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EN MEMORIA DE D. FERNANDO GUTIERREZ-CUETO
Esta es la historia de un olvido injusto, de un gran hombre de valor y temple sin límites y de su pequeño gran barco. En aquel casco de acero, pintado de blanco, Don FERNANDO GUTIERREZ CUETO que es nuestro personaje, Capitán de la Marina Mercante, hombre duro, arrogante y orgulloso casi tanto como valiente, indomable e inflexible, vivió su particular aventura que le dio derecho a figurar como héroe de la patria y a sufrir también el crudo dolor del olvido de la misma. No podemos ni debemos olvidar a hombres que en los momentos mas difíciles y peligrosos, sin miedo a perder su vida y recursos, se ponen a disposición de su amado país y le sirven sin negarle nada ni pedirle nada a cambio. La historia de la pérdida de las posesiones ultramarinas es la del nacimiento del imperialismo yankee, pero también la de las supremas incompetencias de una corte de pompa, circunstancia y mentalidad continental y centralista, absolutamente miope para todo aquello que ocurría más allá de los campos de Castilla. También hubo soberbia de castas, corrupción, dejadez, olvidos y un largo etcétera de insensateces en el que fue camino de la amargura. Pero eso, como siempre, es otra historia.
La nuestra comienza en 1.894 cuando según un articulo aparecido en el NEW YORK TIMES, el 28 de julio de 1.894, se leía: Vapor Botado Exitosamente: El vapor PURISIMA CONCEPCION, construido para MENENDEZ & CO. de Cienfuegos, Cuba, fue exitosamente botado a las 09:40 de esta mañana en los astilleros de NEAFIE & LEVY SHIP AND ENGINE BUILDING COMPANY. El PURISIMA CONCEPCIÓN esta previsto para llevar pasaje y carga entre Batabano y Santiago de Cuba y otros puertos en la costa Sur de Cuba. Tiene acomodación para 100 pasajeros de primera clase. Su eslora es de 244 pies, su manga de 35 pies y su puntal de 22 pies. Registró bruto, 1.300 toneladas. El PURISIMA CONCEPCIÓN es el sexto construido por los citados astilleros para la Compañía.
Nadie podía saber en aquellos felices momentos que aquel buque, botado con el lógico orgullo de sus constructores, iba a ser una autentica pesadilla para la flota americana. Estratégicamente, su control o destrucción era prioritario, ya que el buque transportaba armas, medicinas y provisiones para el necesitado ejército español en la Isla. Esta es la historia de esa aventura según nos la cuenta RAFAEL GONZALEZ ECHEGARAY en su libro CAPITANES DE CANTABRIA. Este libro, ejemplar, narra la historia de destacados Capitanes cantabros de finales del siglo XIX y principios del XX, y es, como siempre son los libros de este insigne escritor, una base de datos extraordinaria para quien intente profundizar en la agridulce historia y VIDA MARITIMA de nuestro país. Fue subvencionado por la Diputación Provincial de Santander, editado por ALDUS VELARDE S.A. y su D.L.: 97-1970. Naveguemos con el por las peligrosas aguas de Cuba en 1.898: …Don FERNANDO GUTIERREZ CUETO, el segundo marino de la familia, Capitán de la Marina Mercante española, quintaesencia genial de los CUETO, ejemplar humano de talla excepcional, que viene por indiscutible derecho propio a esta selección de biografías de marinos montañeses. El capitán GUTIERREZ CUETO, que pasó los últimos largos años de su vida encerrado en su retiro de Cabezón de la Sal, como una reliquia en pié, ejemplo de casta indómita y brava. El Capitán GUTIERREZ CUETO, desde su casona cabuérniga a distancia del mar, remontó el siglo y pervivió como un símbolo mitológico, admirado de toda la clase náutica santanderina que no le conocía, pero sabía de sus hazañas y de su existencia vigilante. En Cabezón de la Sal, vivía el capitán mercante foramontano que no pasó jamás por movimiento mal hecho, que no acató desdenes ni humillaciones y que el día en que se arrió el pabellón español en las Antillas, tras escribir una página fabulosa, lió el petate y vino a encerrar su orgullo de español y su pena entre los montes de su tierra cántabra. Porque no soportaba la vergüenza de izar, «por cortesía» banderas nuevas en el palo trinquete de su buque.
Nació en 1851 en el propio Cabezón de la Sal y cursó los estudios de la carrera de náutica en Santander. Sus viajes de agregado, los hizo en la flota del famosísimo armador comillano don IGNACIO FERNANDEZ DE CASTRO, que poseyó la más completa y lucida flota de fragatas transoceánicas españolas de todo el siglo XIX; él mismo había sido capitán y piloto y de entre todos los olvidos ingratos e injustos de que los montañeses somos responsables, acaso ninguno como el que rodea a esta figura excepcional de la Marina Mercante española que entregó su alma a Dios en Comillas en el mes de Abril de 1881. El primer barco de Castro, en el que navegara Cueto fue al parecer, la fragata TETUÁN…
La primera hazaña marinera de Fernando tuvo lugar ya entonces, en sus primeros pasos de pilotín por los mares de oriente. Las tripulaciones de aquellos veleros estaban en su mayoría constituidas por gente de ínfima extracción y en una gran parte por malayos, coolíes, tagalos y negros. En uno de los viajes de la TETUÁN, la gente de proa se amotinó asesinando al capitán y oficiales. CUETO quedó herido en la refriega sostenida en el combés contra la chusma, pero a pesar de ello, él solo con la ayuda fiel del carpintero, redujo a viva fuerza a los insurrectos y consiguió llevar el buque hasta el mismísimo Manila. El imberbe mozo cabuérnigo, rubio y enérgico, duro como una peña de sus montes, astuto y ágil como las criaturas que en ellos habitan, dejó boquiabierto al capitán del puerto con la historia increíble de su relato y la colonia montañesa en el archipiélago filipino -bien numerosa por cierto- se hizo lenguas del valor y la pericia de aquel rapaz que sin cumplir los veinte había sido capaz de semejante hazaña.
En aquellos primeros tiempos del ejercicio de su carrera de marino, navegó por el Pacífico «sacando los días» en el mismo barco -una fragata salitrera- que mandaba su hermano Sixto; y se cuenta de ellos, que discutiendo en una ocasión ambos sobre un problema técnico de la navegación, concluyó el capitán arrestando a su oficial y hermano menor hasta la llegada a América. Que así eran de enérgicos y porfiados los CUETO en cuestiones de amor propio.
Ya como piloto y siempre en barcos de vela, efectuó Fernando numerosísimas navegaciones a los mares del norte de Europa, subiendo con mineral y regresando con cargamentos de madera aserrada procedentes en su mayoría de los puertos bálticos. Después pasó a TRASATLANTICA, pone vivienda en Cádiz, que mantuvo abierta hasta 1884.
No se conservan en los escasos archivos de esta empresa datos de ninguna especie relacionados con el capitán GUTIERREZ CUETO, pero es innegable que navegó en los correos y en la plaza de capitán, puesto que, a más de las versiones orales y notas periodísticas, existe un dato del máximo crédito y es la observación en tal sentido que hace don ANGEL F. PEREZ en un notable trabajo publicado en la revista de la Cámara de Comercio de Santander con ocasión del centenario de la TRASATLANTICA.
Respecto a la salida –airada- de CUETO de esta empresa se mantiene la tradición de que, al ponérsele algunos obstáculos de orden reglamentario interno, para su ascenso a la categoría efectiva de capitán con mando en buque, el propio CUETO se arrancó de la bocamanga de la levita sus galones provisionales y pidiendo la cuenta y los papeles se despidió para siempre de aquella flota. Este hecho, que hoy no tendría la más mínima importancia, entonces la tenía y de proporciones nada comunes. El sentar plaza de plantilla en los cuadros de mando de los vapores correos trasatlánticos de ANTONIO LOPEZ era la máxima cima de la carrera náutica, porque la consideración social de los capitanes y pilotos de TRASATLANTICA era en todo similar a la de los marinos de la ARMADA, gozaban de retribuciones fabulosas en comparación con las de sus compañeros en barcos del comercio y alcanzaban fama, prestigio y honores que les permitían asegurar un retiro muy envidiable, digno y rodeado de la mayor atención y estima. Todo esto lo tiró voluntariamente por la borda el capitán CUETO en un arranque de amor propio.
En 1885 aparece desembarcado en Santander y colaborador entusiasta de su amigo y paisano el eminente hombre de ciencia don AUGUSTO GONZALEZ LINARES, en la exploración del litoral cantábrico en busca de especies y datos para el estudio oceanográfico de la costa. Las expediciones que se llevan a cabo en los «CORCONERAS» y en el remolcador HÉRCULES para estos menesteres, son dirigidas en su aspecto náutico por el capitán GUTIERREZ CUETO.
La siguiente etapa corresponde a sus navegaciones en la empresa de un armador montañés, antiguo capitán, que se había establecido en Cienfuegos fundando una importantísima naviera, la más importante de la isla de Cuba, si exceptuamos la también montañesa que fundara el CONDE DE LA MORTERA don RAMON HERRERA Y SANCIBRIAN. Nos referimos a los vapores de don ANTINOGENES MENENDEZ PINTADO….
Los barcos de MENENDEZ eran unidades hermosas, de casco de madera en principio y de hierro después, propulsados a ruedas o a hélice: VILLA CLARA,
TRINIDAD y GLORIA fueron los tres primeros, de casi dos mil toneladas; luego vinieron el ARGONAUTA, el JOSEFINA y el ANTINÓGENES MENÉNDEZ que era de dos hélices. Finalmente encargó una pareja magnífica: el REINA DE LOS ÁNGELES y el PURÍSIMA CONCEPCIÓN….
Este viejo armador de rubia sotabarba, frente despejada y mirada profunda, acogió en su flota de los correillos blancos de chimeneas rojas y las anclas cruzadas, entre otros capitanes y tripulantes montañeses, a su paisano y casi vecino el capitán GUTIERREZ CUETO, que llegó a Cuba precedido de justa fama de capitán expertísimo y bravo.
La ruptura de hostilidades entre los Estados Unidos y España, sorprendió a nuestro capitán al mando del PURÍSIMA CONCEPCIÓN, transformado de hecho y de derecho en unidad militar auxiliar desde el comienzo de la insurrección en 1895. A este respecto hay que resaltar el esfuerzo económico y personal de MENENDEZ en pro de la causa de España.
Como hemos dicho ya, toda su flota a las órdenes del Capitán General de la isla y del Comandante General del Apostadero prestaba servicios de guerra interrumpidamente, moviendo tropas, transportando refuerzos, víveres y municiones y colaborando, en fin, a la lucha con todos los medios a su alcance; que no se conformaba el viejo armador montañés con regalar un solo cañonero a la ARMADA, sino poniendo a su disposición la entera flota comercial, como veremos enseguida.
El día 21 de Abril, primero de la guerra, entraba el REINA DE LOS ÁNGELES en Santiago de Cuba conduciendo municiones y obuses para la guarnición, procedente de La Habana. Al día siguiente el ARGONAUTA burlando la vigilancia enemiga, entraba en Cienfuegos. EL PURÍSIMA CONCEPCIÓN aguardaba su destino en viaje de Cienfuegos, su puerto base, a Batabanó.
Eran el PURÍSIMA y el REINA dos unidades de características brillantísimas, -seguramente las mejores de la matrícula española en Ultramar- construidas con dos años de diferencia en los
astilleros de NEAFIE & LEVY, en Filadelfia, y constituían una reproducción mejorada del ANTINÓGENES MENÉNDEZ. Tenían 1.300 toneladas de registro, dos hélices, 74,5 mts. de eslora, 1.200 caballos y doce nudos de marcha. La velocidad y su escaso calado, hizo a estos buques insustituibles para los transportes rápidos de contingentes militares a los puntos neurálgicos de la isla, en donde brotaba la insurrección; por eso fueron ambos formalmente militarizados, y puestos a las órdenes del mando de la isla, adscribiendo a su plana mayor un Comandante Militar, Teniente de Navío de la Armada, responsable de la ejecución de las misiones ordenadas por la Superioridad, aunque el mando náutico y efectivo de los buques y de sus dotaciones lo conservaban sus auténticos respectivos capitanes.
Al PURÍSIMA CONCEPCIÓN fue destinado el Teniente de Navío don JOAQUIN MONTAGUT. El día en que GUTIERREZ CUETO vio cruzar la plancha a este oficial de 30 años enfermó del disgusto, al pensar que por el Capitán General, no se le consideraba a él solo capitán mercante y piloto de todos los mares, capaz de todas las misiones de guerra o de paz más descabelladas y difíciles en defensa de su bandera, sin necesidad de refuerzo militar alguno a la férrea disciplina que imponía en los barcos que él mandaba, con sólo su mirada de acero. Y lo iba a demostrar enseguida.
En las últimas horas de la tarde del 21, el PURÍSIMA, tras navegar entre los cayos de Juan Ruiz y Jardines, daba fondo en Batabanó, a unas horas de tren de La Habana, por la parte más estrecha de la isla, casi a la Voz del Capitán General, quien iba a dar al barco sus últimas instrucciones.
El PURÍSIMA tenía que romper el bloqueo americano inmediatamente y dirigirse a puerto neutral para adquirir víveres con destino al ejército.
Nadie sabía cuánto podía durar la odiosa guerra, estallada inesperadamente en el momento en que el Gobierno de Madrid, en un repunte notable de cordura y buen sentido, había ordenado el armisticio con los rebeldes. Detrás estaba el gigante de las estrellas, moviendo los hilos de la sorpresa…
Aquella misma noche, el PURÍSIMA, una gacela blanca, pintada de gris, con la bandera de los correos marítimos a popa se hizo sigilosamente a la mar. El capitán GUTIERREZ CUETO iba a explicar sobre el tapete su lección magistral.
Con las luces totalmente apagadas el barco de la empresa MENENDEZ, rascando Punta Gorda, se perdió, a lo lejos en la noche, rumbo a la ratonera del Canal de Rosario. El más famoso «rompe-bloqueos» de la Marina española, empezaba su hazaña.
Su primera arribada fue al día siguiente en las islas jamaiquinas de los Caimanes, en pleno Caribe. Allí movió sus peones el Capitán CUETO y desde allí olfateó al enemigo para darle prudente resguardo. Había que intentar por todos los medios alcanzar la isla inglesa de Jamaica, en donde el Gobierno español por su representación consular, y el propio armador con crédito suficiente, podían adquirir cuantos víveres de boca cupieran en las exiguas bodegas y hasta en los callejones del PURÍSIMA.
Dicho y hecho. FERNANDEZ GUTIERREZ CUETO se abrió de la costa aplacerada de los Caimanes y andando y desandando para despistar a sus perseguidores recaló sobre Pedro del Norte, en el extremo noroccidental de Jamaica, para adentrarse furtivamente en la rada de Montego Bay.
Cuando los morenos jamaiqueños, al despuntar el día, se encontraron aquel vapor grande y airoso, pintado de aplomado y sin nombre ni banderas, fondeado en la rada, se quedaron boquiabiertos. La guerra estaba en plena erupción y los relatos de capitanes mercantes capturados y del bloqueo de las costas cubanas, llenaban las primeras páginas de toda la prensa del mundo; incluso la jamaiqueña.
Cuando GUTIERREZ CUETO saltó a tierra, la primera noticia que tuvo fue la captura del ARGONAUTA cerca de Cienfuegos, por el crucero norteamericano
NASHVILLE, cuando llevaba a su bordo pertrechos, tropas, varios oficiales españoles de alta graduación y el correo. El capitán cabuérnigo estuvo a punto del colapso en la rabieta interna de su impotencia y se juró a sí mismo, no dejarse caer en semejante percance. Antes hundiría su hermoso PURÍSIMA con todo lo que llevaba a bordo; y con alguien por delante si se ponía demasiado próximo a su branque.
El cargamento del PURÍSIMA había que gestionarlo y tomarlo en la capital de la isla, es decir en Kingston, al otro extremo de Montego Bay y por tanto era imprescindible el desplazamiento del “blockade-ruuner” -como decían los americanos- hasta allí. Para entonces ya había sido alertado
SAMPSON de la presencia del correillo español en las aguas inglesas y comenzaban los movimientos de las unidades que habían de desplazarse para darlo caza y las gestiones diplomáticas para entorpecer la estancia del barco español en aguas neutrales.
GUTIERREZ CUETO izó la bandera mercante inglesa en el PURÍSIMA y rapando materialmente las puntas de la isla, se escurrió de la vigilancia enemiga llegando a Kingston.
La noticia de la llegada del transporte español fue un suceso que divulgaron con gran aparato todas las agencias de prensa. El barco quedó fondeado y vigilado, mientras su capitán trabajaba sin descanso en tierra para conseguir el cargamento de víveres y la correspondiente autorización para tomarlo a bordo.
Para entonces los cruceros de SAMPSON hicieron su presencia en las aguas jamaiquinas y uno de ellos permanentemente fondeaba las veinticuatro horas que el derecho internacional le autorizaba, a menos de diez cables del PURÍSIMA, vigilándolo atentamente. Así fueron pasando los días y las semanas mientras GUTIERREZ CUETO embarcaba sus provisiones y espiaba el momento de intentar la fuga.
Al enemigo había que cansarlo y sorprenderlo. Por lo tanto, como primera medida, ordenó mantener permanentemente encendidos los fuegos del PURÍSIMA para no delatar sus intenciones la víspera del día en que de verdad intentara la salida. Así iban pasando las hojas del calendario y el barco español como un fantasma gris, permanecía humeando con un solo horno noche y día. El
crucero auxiliar SAINT LOUIS acechaba entretanto, tras concluir sus dos fechorías de cortar los cables submarinos que unían San Juan de Puerto Rico con Saint Thomas y Santiago con Kingston.
Mandaba este lujosísimo correo, armado en guerra, el capitán de navío. C. F. GOODRISH, que estaba bien ufano de las operaciones llevadas a cabo en lo que llevaban de campaña y muy en particular de sus incursiones hasta la boca de Santiago de Cuba, bajo el fuego de las baterías de costa españolas. No le agradaba por eso ahora el papel de cancerbero frente a Kingston o al costado del PURÍSIMA, cuando sus compañeros se bañaban en agua de rosas capturando mercantes enemigos y neutrales a diestro y siniestro.
Un día tuvo que descuidar su vigilancia para capturar al carbonero inglés TWICKENHAM, que se dirigía hacia Santiago con carbón, adquirido por el Gobernador español para la
Escuadra de CERVERA. En cuanto el SAINT LOUIS se perdió de vista sobre el horizonte, FERNANDEZ CUETO ordenó largar amarras y levantando presión abandonó las aguas de la colonia británica, dispuesto a burlar a toda la flota americana junta, y llegar a Cienfuegos en donde le esperaba, sin duda su armador.
Las peripecias del viaje desde Kingston a la costa sur de Cuba puede suponérselas el lector. Por más de tres veces estuvo ante los barcos de guerra norteamericanos y otras tantas les dio hábilmente la popa escapando a sus fuegos. Alertado el almirante de la fuga del PURÍSIMA, ordenó trasladar a la mismísima boca de Cienfuegos el crucero auxiliar YANKEE, de 6.888 tons., armado con diez cañones de 130 m/m con instrucciones de no separarse de la entrada del puerto por ningún motivo: el PURÍSIMA iría a su base y esta vez habría de caer indefectiblemente en sus manos.
Bien conocía su oficio el almirante SAMPSON; y bien conocía al Capitán GUTIERREZ CUETO cuando juzgó que había de ser Cienfuegos la meta del PURÍSIMA CONCEPCIÓN. Por otra parte la posición geográfica de esta plaza, en la medianía de la isla, la convertía, en base de operaciones y suministros de todas las tropas españolas que operaban por la manigua en el sur. Desde Cienfuegos y por mar precisamente, tenían que suministrarse las columnas españolas.
El día 13 de Junio vigilaba fuera de puntas el
cañonero español DIEGO VELÁZQÜEZ esperando la llegada de GUTIERREZ CUETO con el PURÍSIMA para darle protección. Pero en vez del barco de ANTINOGENES MENENDEZ apareció el YANKEE, que abrió fuego sobre la menudencia española. Bizarro combate en el que el YANKEE no consiguió tocar ni una sola vez al VELÁZQÜEZ y en el que éste, en unión de las lanchas cañoneras LINCE y COMETA acabaron haciendo correr al americano.
Si FERNANDO GUTIERREZ CUETO tenía tratos secretos con las gaviotas para que le contaran lo que pasaba frente a Cienfuegos o si su maravillosa intuición lo presentía, es una duda que no vamos a ventilar; pero lo cierto es que el montañés, tras convencer a su oficial naval de la conveniencia de este movimiento, dio un nuevo rumbo y puso proa a Casilda, el puerto de la ciudad de Trinidad, metiéndose entre cayo Bretón y el Placer de la Paz. El día 20 de Junio de 1898, entre dos luces, de madrugada, el PURÍSIMA daba fondo en aguas españolas, al amparo de las piezas del aviso FERNANDO EL CATÓLICO y del cañonero DEPENDIENTE, regalado por cierto este último a la ARMADA ESPAÑOLA por suscripción pública costeada por la Asociación de Dependientes de La Habana.
A las pocas horas aparecían los americanos y comenzaba el ataque que se prolongó hasta el día 22. El DEPENDIENTE protege con sus fuegos al PURÍSIMA que aún no ha podido descargar y lo remolca hasta Masio.
No reúne buenas condiciones el tenedero, y GUTIERREZ CUETO decide escapar de nuevo, antes de ser alcanzado por el fuego del enemigo. El mismo 22 a media noche, se hace a la mar haciendo zig-zag entre los tres cruceros auxiliares norteamericanos que acechan a la entrada del puerto.
Cuando al día siguiente observaron éstos el puerto de Casilda vacío y que el pájaro había volado con su precioso cargamento, su sorpresa, y su rabia no tuvo límites.
Todas las unidades disponibles se concentran sobre la costa para registrar el último surgidero hasta dar con el barco fantasma español que mandaba el capitán santanderino de barba rubia y ojos azules y que tiene pacto con el mismísimo demonio. Pero el 23 por la mañana el PURÍSIMA ha comenzado la descarga en el puerto de Las Tunas, de gloriosa memoria para las armas españolas en la triste historia de las luchas cubanas por la independencia.
El ataque sobre este puerto se produce de inmediato y el 24 por la noche vuelve a escapar CUETO, llegando a Manzanillo el 25 de madrugada, tras navegar toda la noche por dentro de Cayo Grande en el Golfo de Ana María, que es una siembra peligrosísima de bancos de coral y restingas.
Sólo la pericia excepcional y el valor de este capitán, es capaz de semejante hazaña, bajo el acoso de sus perseguidores, burlados día a día desde hace dos meses. El “captain GUTIERREZ”, como le llama SAMPSON, no podrá escapar de esta su última madriguera. El cerco de Santiago por tierra y por mar con la escuadra de CERVERA embotellada dentro, separado de Manzanillo por la Sierra Maestra, obsesiona al capitán santanderino que se apresura a desembarcar todo cuanto tiene a bordo para ver de enviarlo por tierra, siguiendo la marcha de la columna del coronel ESCARIO.
Pero los americanos no están dispuestos a dejarse burlar de nuevo.
El 30 de Junio el heliógrafo de los puestos militares españoles de Cabo Cruz y Níquero da la alarma: los cañoneros
HORNET, HIST y WONPATUCK se dirigen a todo vapor por el Canal del Sur hacia Manzanillo. Y así es, en efecto. Las fuerzas navales españolas en el puerto, están constituidas por el pontón MARÍA –inmóvil- y los cañoneros CUBA ESPAÑOLA, GUARDIÁN, DELGADO PAREJO, GUATÁNAMO y ESTRELLA.
Tres horas y media dura el ataque de los cañoneros americanos que son plenamente rechazados por la defensa española de buques y baterías de tierra, siendo alcanzado y averiado el HORNET que se retira a remolque de sus compañeros. Los buques de guerra y mercantes españoles salen indemnes de la acción.
Pero al día siguiente, primero de Julio, el ataque se reproduce, llevado a cabo por los cañoneros
SCORPION y OSCEOLA que proceden de las fuerzas bloqueadoras de Santiago, pero que hacen su entrada por la boca norte. La acción dura escasamente media hora sin ningún resultado positivo. El PURÍSIMA resulta de nuevo ileso, a pesar de la furia de proyectiles contra él concentrada. Al regreso de esta operación los buques norteamericanos atacan la base de Níquero y hunden en combate el cañonero español CENTINELA.
Al día siguiente, víspera del combate de Santiago y consiguiente destrucción de la escuadra del Almirante CERVERA, el Ayudante de Marina de Manzanillo decide varar al pontón MARÍA y al cañonero CUBA ESPAÑOLA, para que puedan servir de baterías fijas en el próximo ataque enemigo, sin riesgo de hundimiento. El PURÍSIMA CONCEPCIÓN ayuda afanosamente en las faenas remolcando ambos cascos. Son los últimos servicios de guerra del bravo correillo de don Antinogenes.
El día 8 de Julio el Almirante SAMPSON ordena ejecutar la sentencia de muerte contra los restos de la Marina española que quedan en Manzanillo. Los cruceros
WILMINGTON y HELENA con los cañoneros HIST, HORNET -ya reparado-WOMPATUCK, SCORPION y OSCEOLA, entran en la bahía y abren fuego durante dos horas y media, desde las ocho de la mañana, sobre el saldo de menudencias navales que ondean la bandera roja y amarilla. Resultaron incendiados y se hundieron el MARÍA y el CENTINELA y quedaron inútiles y medio hundidos el DELGADO PAREJO y el GUARDIÁN y prácticamente destruidos el CUBA ESPAÑOLA, el GÜANTÁNAMO y el ESTRELLA.
La fuerza norteamericana ha descubierto tres barcos de don Antinógenes abarloados, en el fondo del puerto; entre ellos el odiado PURÍSIMA CONCEPCIÓN, que va a pagar, al fin, sus repetidas insolencias. El GLORIA, el JOSÉ GARCÍA (antiguo VILLA CLARA) y el PURÍSIMA CONCEPCIÓN, los tres graciosos correos de preciosa estampa, cubiertas corridas y largas superestructuras, son incendiados a cañonazo limpio. Pronto se convierten en tres antorchas y se van sumergiendo lentamente en el agua mientras se levanta hasta el cielo un volcán de chispas, llamas y humo. La hermosa flota del Viejo armador de Torrelavega ha sido destruida casi totalmente en los cinco meses escasos que ha durado la guerra.
El capitán don FERNANDO GUTIERREZ CUETO, se ha quedado sin barco y España sin sus provincias de Ultramar. El día 28 de Octubre de 1898, como un simple pasajero a bordo del
trasatlántico CATALINA, mandado por el capitán don EDUARDO FANO, llegó don Fernando a la Coruña.
Allí desembarcó y se vino por tren a Santander. La noticia de su llegada fue un chispazo que electrizó a la ciudad, porque el capitán CUETO había entrado por la puerta grande en el reino de la leyenda.
Pero él no quiso saber nada. Sencillamente, silenciosamente, sacó un billete de primera en el Cantábrico y se fue a Cabezón. Se quedó a solas con su dignidad intacta y con su inmensa pena, porque la amargura del final de la guerra lo reconcentró en su soledad y su silencio que no abandonaría ya hasta el fin de sus días. Para mayor sarcasmo se ignoraron públicamente los méritos de su heroico comportamiento. No se lamentó jamás de semejante ingratitud e injusticia, pero su orgullo y su patriotismo sufrieron con ello una bofetada dolorosísima. Sólo los periódicos de Santander levantaron la voz recabando para el capitán santanderino la gloria que incomprensiblemente y a nivel oficial se le regateaba. De su propio bolsillo pagó a la tripulación del PURÍSIMA todos sus salarios duran te el tiempo que duró su estupenda aventura corsaria, así como los víveres que llevó para las fuerzas españolas que luchaban en Cuba. Ninguno de los gobiernos de posguerra -ni por supuesto el gobierno cubano- restituyeron jamás aquellos «centenes» que el capitán CUETO había adelantado generosamente….
Formidable, como siempre, RAFAEL GONZALEZ ECHEGARAY quien continúa la exposición de la VIDA MARITIMA de tan noble capitán, que no acabo con la aventura del PURISIMA, y cuya dilatada vida profesional resumimos a continuación.
Cuando se forma la compañía naviera MARITIMA UNION, del MARQUES DE RODAS, la flota de esta compañía estaba formada por los mayores vapores de nuestra contraseña y los nombres de estos eran de deidades mitológicas. El HERCULES fue el primero de ellos, un buen mozo de 3.967 toneladas de registro bruto y cuyo Capitán no era otro que GUTIERREZ CUETO. Unos cinco años estuvo navegando el bravo Capitán en esta Compañía, hasta que decidió retirarse e irse a vivir a Cabezón. Allí en su discreto retiro tuvo noticia el 4 de agosto de 1.906 de la muerte en Cuba de su antiguo armador, D. ANTINOGENES MENENDEZ.
Una vez retirado, y casado con Doña JOVITA DEL RIVERO Y ANDRES, al no tener descendencia su retiro fue tranquilo y pudo dedicarse a sus aficiones, entre otras la literatura. Sigamos con el libro de GONZALEZ ECHEGARAY:… El capitán GUTIERREZ CUETO con su nariz enorme, su prieta barba rubia, sus claros ojos azules siempre chispeantes, vivía sólo para sus recuerdos. Tenía una memoria extraordinaria que conservó hasta el fin, pero sobre todo una notable facilidad de versificación, que unida a otras dos condiciones de claro signo familiar, tales como la buena calidad literaria en su pluma y la mordacidad agudísima y certera de su vena satírica, le convirtió en extraño y formidable poeta, cuya copiosísima producción jamás habría de publicarse.
En los veranos pasaba temporadas en Comillas, en la casona familiar de los CUETO en aquella villa y que había sido de su madre doña CONCHA CUETO. Allí se reunían los últimos vástagos de la gran familia cabuérniga, célebre y universal, sencilla e hidalga. Para entonces FERNANDO GUTIERREZ CUETO era el mayorazgo. Por ello le cupo papel importante en un episodio íntimo y dramático de la vida de la insigne CONCHA ESPINA; episodio que relató con gran delicadeza, no exenta de hondo vigor, en la biografía apasionada de la escritora que realizó con ejemplar encanto y primor literario su hija Josefina.
FERNANDO GUTIERREZ CUETO, que como todos los CUETO tenía especial cariño por la mujer de su primo RAMON DE LA SERNA Y CUETO, fue con su hábil presencia y con su sencillez enérgica, la pieza decisiva que ayudó a poner oportunamente a rumbo, la vida de la gran novelista, cargada con su cruz familiar. A pesar de su tos y su reuma, llegó a muy viejo, el capitán CUETO, buen cazador además en todo aquel valle, y tuvo la hondísima tristeza de conocer la tragedia civil española en los últimos días de su vida.
El 18 de Julio de 1939, a las siete de la tarde, diagnosticado de septicemia, fallecía de un colapso cardíaco a los 88 años de edad. Fue enterrado en el propio Cabezón de la Sal.
En un bolsillo del traje se llevó las cuentas impagadas que le seguía debiendo España desde 1898
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Respecto al buque, y de otro libro del autor, LA MARINA CANTABRA. DESDE EL VAPOR. VOLUMEN III. anotamos: El PURÍSIMA pudo ser reflotado y reconstruido después de algún tiempo. Al comienzo de la paz sólo le quedaron al viejo armador tres barcos: el ANTINÓGENES MENÉNDEZ, el REINA DE LOS ÁNGELES y el JOSEFITA.
Aún tenía humor para mandar unas cajas de puros a sus sobrinos MARCELINO Y ENRIQUE MENENDEZ PELAYO y a D. JOSE Mª PEREDA, por quien tenía gran estimación.
Era el final; el 4 de agosto fallecía en Cuba D. ANTINOGENES MENENDEZ PINTADO. Su fiel capitán GUTIERREZ CUETO, había regresado a España y se retiró a pasar los últimos días de su vida a casa de sus familiares en Cabezón de la Sal, con el recuerdo de sus glorias y la Cruz Roja del Mérito Naval.
La naviera tomó desde entonces el nombre de CARLOS TRUJILLO y después el de ODRIOZOLA Y CIA.., bajo cuyo mandato fue absorbida por la EMPRESA NAVIERA DE CUBA el 10 de abril de 1916. Sólo pasaron a ésta el ANTINÓGENES, el REINA y el PURÍSIMA, puesto que el JOSEFITA se vendió en 1915 a armadores norteamericanos.
Esta es la historia sintetizada de esta importante naviera montañesa en Cuba, obra de un célebre capitán, apasionado hasta la chifladura por los barcos, que cuando iba a La Habana desde Cienfuegos, se hospedaba siempre en el mismo hotel, frente a los muelles de Luz y había ordenado poner un letrero en la puerta de su habitación donde decía: «CAMAROTE DE ANTINOGENES MENENDEZ».
En la NAVIERA DE CUBA el PURISIMA siguió con los mismos servicios en la parte Sur de la Isla hasta el año 1.926. En ese año, un terrible ciclón arraso La Habana e hizo que un buque de la TRASATLANTICA, el ANTONIO LÓPEZ fuese el verdugo final e involuntario del PURISIMA CONCEPCION. Como ya vimos en el articulo linkado de VIDA MARITIMA, en el centro de la ensenada de Atares estaba el paquete de TRASATLANTICA fondeado cuando le sorprendió el huracán. Rotas las cadenas de las anclas comenzó a derivar por toda la bahía arrastrando entre otros buques al REINA DE LOS ANGELES y al PURISIMA CONCEPCIÓN y estrellándolos sobre la escollera. Destrozado y hundido, tras el paso del ciclón quedo en seco y fue desguazado en ese mismo lugar. Al REINA le pasó lo mismo y también se perdió. Desaparecían así los dos preciosos buques de ANTINOGENES MENENDEZ a los que al inicio de las hostilidades con los yankees nadie habría supuesto semejante e increíble final.
Como colofón decir que en la aventura del PURISIMA parece ser que la Diosa Fortuna le ayudo, ya que “…the captain and officers of the auxiliary cruiser YOSEMITE (formerly EL RIO) feel foolish and are thoroughly vexed” como decía el prestigioso diario THE NEW YORK TIMES de 16 de junio de 1898, ya que el PURISIMA CONCEPCIÓN paso a poca distancia del YOSEMITE y no fue molestado, aunque si identificado, en una de esas historias de la mar en las que el honor de un Comandante, en este caso WILLIAM H. EMORY, quedo muy en entredicho. Recomendamos para este episodio los libros, que no hemos podido consultar THE USS YOSEMITE, PURISIMA CONCEPCION INCIDENT, JUNE 16, 1898, de HENRY B. JOY y THE HISTORY OF USS YOSEMITE de JOSEPH S. STRINGHAM, extraída esta información de la estupenda pagina web http://wwwspanamwar.com/
También quiero agradecer al Sr. MIGUEL PALOMINO, de la pagina web http://www.cubafuera.blogspot.com/ quien me oriento en encontrar parte de las fotos que ilustran este post desde la formidable base de datos que es la UNIVERSITY OF MIAMI, a través de su sección DIGITAL INITIATIVES que se encuentra en la pagina web http://merrick.library.miami.edu/ y en la que recomiendo el uso de su excelente buscador para encontrar auténticos tesoros gráficos sobre, casi siempre, la vida en Cuba tras el Imperio español. No pueden faltar en nuestra biblioteca virtual.
Foto 1.- El Capitan D. FERNANDO GUTIERREZ-CUETO. Oleo del pintor CESAR ABIN, propiedad de la familia RIVERO en Cabezón de la Sal. Del libro CAPITANES DE CANTABRIA.
Foto 2.- El PURISIMA CONCEPCION, al mando del Capitán CUETO, fuerza el bloqueo de las costas cubanas. Óleo de DUOMARCO. De libro CAPITANES DE CANTABRIA.
Foto 3.- 1.908. Foto de proa del PURISIMA CONCEPCION. De la pagina web http://merrick.library.miami.edu/
Foto 4.- 1.908. Se aprecia claramente la chimenea –roja- con las clasicas anclas cruzadas, antigua contraseña de ANTINOGENES MENENDEZ. De la pagina web http://merrick.library.miami.edu/
Foto 5.- Absolutamente colonial y de la época. Pose del Capitan del PURISIMA CONCEPCION sobre las escalas del pequeño puente. De la pagina web http://merrick.library.miami.edu/
Foto 6.- Un practico de 90 años. De cuando se aprendía desde abajo. De la pagina web http://merrick.library.miami.edu/
Foto 7.- Escena de la vida a bordo. De la pagina web http://merrick.library.miami.edu/
Foto 8.- Carta del buque cuando pertenecía a CARLOS J. TRUJILLO S. en C. Si se lee el menú es típicamente español. De la pagina web http://merrick.library.miami.edu/
Foto 9.- Libro de horarios de la misma Compañía. De la pagina web http://merrick.library.miami.edu/
Foto 10.- Imagen a bordo del PURISIMA. Parte de proa. De la pagina web http://merrick.library.miami.edu/
Foto 11.- Detalle de las portas laterales del PURISIMA. El embarque de tropas seguía siendo su misión. En este caso tropas americanas. De la pagina web http://merrick.library.miami.edu/
Foto 12.- La bahia de Cienfuegos. Aquí nacio la leyenda de ANTINOGENES MENENDEZ. De la pagina web http://www.panoramio.com/
Los americanos bloquean a Manzanillo.
A la Bahía de Manzanillo, al sureste de la isla, la protegen naturalmente una franja de cayos de diferentes tamaños, con un fondo irregular y corrientes impredecibles, que se extiende desde Tunas de Zaza hasta Cabo Cruz. Por entre los cayos hay canales que franquean el paso con dificultad. Sin la presencia de estos cayos nadie le llamaría Bahía al Golfo de Guacanayabo.
En la Guerra Hispano-americana las provisiones y la comida necesaria para las tropas españolas que llegaban normalmente por la costa norte de Cuba desde Europa, después del bloqueo americano, había que buscarlas en buques pequeños y de poco calado desde México y Centroamérica. Esto lo entendió el presidente Mc Kinley y tomó la medida de bloquear el sur de Cuba también, desde Cabo Francés a Cabo Cruz, el dia 28 de Junio de 1898. Lugares de importancia todavía bajo control español eran Batabanó, Cienfuegos, Casilda, Tunas de Zaza, Júcaro, Santa Cruz del Sur y Manzanillo. Los más importantes desde el punto de vista militar eran Cienfuegos y Manzanillo y como Cienfuegos se conectaba con La Habana por ferrocarril la comunicación desde Manzanillo por mar era cuestión de vida o muerte para España. A lo largo de la costa, espaciadas a unos cuantos kilómetros, principalmente en las desembocaduras de los ríos, las autoridades militares españolas habían erigido fortificaciones de adobe de sección circular y cuadrada,como las de las trochas, coronadas con  una caseta de observación y guarnecidas por veinte o treinta soldados, con el objetivo original de evitar las expediciones armadas para los mambises. También eran usadas para estaciones de heliógrafo.
Manzanillo se convirtió en cuartel general; un puerto de distribución este-oeste.
El bloqueo sobre la isla estaba siendo burlado constantemente por el sur hacía mucho tiempo. El buque español más destacado transportando armas, medicinas y provisiones era la pesadilla de la flota americana: El Purísima Concepción, botado el 28 de Julio de 1894 a las 9:40 AM. Con capacidad para cien pasajeros de primera clase, 244 pies de eslora, 35 de manga, 22 de puntal, 1300 toneladas de registro bruto, dos hélices, 1200 caballos y doce nudos de marcha. Transportaba carga y pasajeros entre Batabanó, Cienfuegos, Trinidad, Manzanillo y Santiago y algunos puertos intermedios de menor importancia.
El Purísima Concepción fondeaba en Batabanó la tarde del 21 de Abril de 1898, donde recibiría instrucciones del Capitán General: romper el bloqueo y llegar a puerto neutral y conseguir víveres para el ejército. Para eso serviría el buen crédito del armador y ayudaría el hecho de tener representación consular española. Al caer la noche salió con las luces apagadas, rumbo al Canal del Rosario, para hacer escala al día siguiente en las islas Caimán, desde donde trazó la estrategia para llegar a Jamaica haciendo maniobras de engaño a sus perseguidores. Así, furtivamente, entró a la rada de Montego Bay aquel hermoso buque sin insignias, asombrando a los que sabían de la vigilancia de las costas cubanas. Allí se enteró su capitán Fernando Gutiérrez Cueto de la captura del Argonauta con pertrecho, tropa y correo por el Nashville y se prometió a sí mismo hundir al Purísima Concepción ante tal eventualidad. A pesar de que el impredecible Contralmirante William Sampson ya había sido advertido de su presencia en aguas inglesas.
De Montego Bay, tras izar bandera mercante inglesa, llegó a Kingston, creando gran alboroto y empeorando su situación. No sólo el Purísima fondeaba mientras su capitán gestionaba las provisiones; también lo hacía el crucero auxiliar americano Saint Louis que vigilaba de cerca las veinticuatro horas. La fuga fue preparada con previsión; un horno ardía todo el tiempo para disimular, con su chimenea humeante, las intenciones reales de escape, que se facilitó con la primera salida del Saint Louis. Tan pronto pudo, el Purísima soltó amarras y enrumbó con destino a Cienfuegos. Enterado Sampson de la fuga, envió a ese puerto al crucero auxiliar Yanquee que se encontró con el cañonero español Diego Velázquez, situado allí en espera del Purísima, el 13 de Junio. Gutiérrez Cueto decide poner proa a Casilda, puerto de Trinidad, pero aún con la protección del Fernando el Católico y el cañonero Dependiente, no puede descargar, a su llegada el 20 de Junio. Al entablarse combate con barcos americanos, que dura hasta el día 22, el Purísima es remolcado hasta Masío, de donde esa misma noche se escurre entre los cruceros enemigos. Comienza la descarga en Tunas de Zaza el día 23 por la mañana, pero ya el 24 por la noche tiene que abandonar puerto y llega a Manzanillo el 25 de madrugada, tras un difícil viaje entre bancos de arena y coral. El viejo lobo de mar cumple su objetivo de bajar todo cuanto tiene a bordo para enviarlo desde Manzanillo hasta Santiago por tierra, con la columna del coronel Escario, que con grandes esfuerzos llega a destino, demasiado tarde.
Primera batalla naval.
El contralmirante Sampson confió la misión de atacar Manzanillo y destruir cuatro cañoneras que estarían ancladas en puerto, al teniente de navío Young. El 30 de Junio de 1898 los barcos auxiliares Hist, Hornet y Wompatuck salieron de Cabo Cruz rumbo a Manzanillo, que ya había recibido la noticia por heliógrafo. Entrando por el Canal Sur fue el Hist el que divisó una cañonera española protegida por las baterías de tierra y junto al Hornet se lanzó al ataque. Abrieron fuego a una distancia de 1500 yardas y el Hist impactó la popa de la cañonera, que al esconderse en un cayo fue destruida por otro proyectil de tres libras del Hist. Nunca cesó el fuego de los mosquetes sobre los invasores. Entonces Young ordena al escuadrón dirigirse al mismo Manzanillo, en cuyo puerto encuentran no sólo cuatro cañoneras, sino nueve buques armados apoyados por las baterías de costa. Las cañoneras contaban con ametralladoras y cañones de tres y seis libras. También tendrían que vérselas con una formidable fuerza de infantería situada en las colinas de Manzanillo y cuatro grandes pontones en los que se habían instalado cañones lisos de calibre seis pulgadas. El Hist fue impactado once veces: un disparo alcanzó la escotilla de la sala de máquinas y otro casi rompe el puente. Después de media hora de combate contra cañoneras, baterías de tierra e infantería, tuvieron que retirarse, temporalmente fuera de combate el Hornet, con una tubería de vapor rota que quemó a tres de sus marineros. El Wompatuck también fue seriamente dañado, con un impacto que atravesó el casco por encima de la línea de flotación. Otro de los disparos pasó a pocas pulgadas del teniente de navío Carl Jungen, Superintendente de la Compañía de Vapores del Pacífico Sur, que estaba en el puesto de mando.
Segunda batalla naval.
Al dia siguiente al maltrecho pequeño escuadrón de Young se le unieron dos buques auxiliares enviados desde Santiago, el Scorpion y el Osceola, que pasaron por el canal Cuatro Reales, entre los dos cayos frente a la ciudad, para cuidar su salida norte.  Habían estado anclados en Cabo Cruz por la noche y habían salido rumbo noroeste para tratar de capturar dos cañoneras españolas en aquel importante puerto , en donde había además baterías de costa y otros muchos barcos mercantes, según reportes recibidos por Sampson en Santiago. El Scorpion era comandado por el teniente de navío Adolph Marix, que esperaba volver a encontrarse con los tres buques del día anterior, pero ya no estaban allí. El Osceola era comandado por el teniente Purcel. Ambos tuvieron que retirarse después de un intercambio de media hora. Todos los buques que participaron en ambos enfrentamientos eran pequeños auxiliares convertidos, con sólo batería secundaria, excepto el Scorpion que portaba cañones de repetición de cinco pulgadas.
Ambos ataques fallaron y el resultado fue que las fuerzas españolas levantaron su moral.
El 25 de Julio de 1898 el New York Times publicaba una carta del alférez Watt Tyler Cluverius a su madre, aparecida en el New Orleans Picayune. Estaba a bordo del Scorpion.
“A las 4:00 PM nos situamos entre dos cayos de enfrente a la ciudad y le echamos una ojeada. Los muelles estaban llenos de buques de vapor y de todo tipo y exactamente frente a la ciudad reposaba una gran cañonera blanca y otras dos a su derecha pintadas color de guerra. Un inmenso buque receptor a la izquierda, con los portones de proa abiertos.
“Cada hombre sobre cubierta, contemplando la tranquila ciudad de 10 mil habitantes con sus puertos atestados, ya se consideraba rico, pues nunca habían visto tal despliegue de trofeos de guerra.
“¡Arriba, Purcell, allá vamos!, gritaba el Capitán Marix, mientra accionaba los indicadores de las máquinas para máxima velocidad. Navegando en dirección este-sureste entramos a puerto, por delante el Osceola, hacia las cañoneras.
“¿Has escuchado en la tormenta cómo silba el viento por entre las amarras del velamen?. Así sonaban los proyectiles españoles.
“Por toda la ribera se observaban los destellos, el humo, el tronar de los cañones. Cuatro baterías de costa y cuatro buques realizaban el fuego más certero que habíamos visto en muchos días. Sólo esperaban que estuviéramos a su alcance.
“Gritos y arengas se escuchaban de nuestra parte al impactar la torre de la cañonera blanca con el tercer disparo de un cinco-pulgadas. Un cañonazo de un 106 libras fue a dar a la línea de cañoneras y a los muelles, así como algún que otro cinco pulgadas contra la ciudad también. Alrededor el mar se erizaba de balas enemigas. Una de ellas inundó nuestro castillo de proa.
“Toda la orilla se llenó de humo y el nutrido fuego de mosquetes se hacía insoportable, las balas que al principio se quedaban cortas, corregían el tiro.
“Purcell, esto es mucho, retirémonos. Así gritaba el Capitán Marix.
“Ya fuera de alcance nos detuvimos. Nos habían sacado de su puerto, pero con todas las probabilidades en nuestra contra. Y aún así se tomaron una hora para hacerlo. Ni un hombre fue alcanzado. La Providencia seguramente protege a las armas americanas. El Scorpion fue alcanzado doce veces, fragmentos de bala se encontraron en proa y una de tres libras se había desviado hacia la galera y se había incrustado en un mamparo.  La aleta de estribor había sido dañada.
“Hemos estado en dos de los bombardeos a Santiago y ayudamos a despejar el camino a las tropas en Daiquirí, pero no habíamos visto nada igual en cuanto a precisión, rapidez y uniformidad de fuego que las fuerzas españolas nos brindaron en Manzanillo. Y les damos crédito por eso.”
Mientras esto sucedía en Manzanillo, los buques auxiliares Yanquee, Dixie, Yankton y el cañonero Helena bloqueaban a Cienfuegos y Casilda, sin reportarse nada de importancia
Todavía el 3 de Julio de 1898 los buques americanos rechazados estaban situados enfrente de la ciudad en actitud provocativa, pero las cañoneras españolas nunca salían de los límites del puerto.
El Purísima Concepción remolcó los cascos de la cañonera Cuba Española y del pontón María por orden del Ayudante de Marina de Manzanillo, para utilizarlos como baterías estacionarias, evitando que fueran hundidas en otro ataque americano.
Sampson no se encontraba en la bahía santiaguera el 3 de Julio de 1898, día de la batalla naval, pero fueron los marinos que él había entrenado, los barcos que él había construido y armado y los cañones cuya fundición él había dirigido los causantes de la debacle española. La flota completa de Cervera fue su ofrenda a la nación americana por el 4 de Julio.
Hasta mediados de Julio el tipo de embarcación utilizado en esta costa no era el adecuado en número ni en calado, no obstante el 11 de Julio el Hist y el Wompatuck se adentraron por el canal Cuatro Caminos y cortaron el cable entre Manzanillo y Santa Cruz del Sur.
Tercera batalla naval.
Finalmente el Almirante Sampson decidió un ataque combinado por los buques Wilmimgton, Helena, Scorpion, Osceola, Hist, Hornet y Wompatuck en la mañana de Julio 18. El Wilmington y el Helena eran cañoneras de calado en lastre y altos mástiles militares, diseñados para navegar en aguas de China. El Osceola y el Wompatuck eran remolcadores armados. El Scorpio, el Hist y el Hornet eran barcos de recreo adaptados.
Las dos cañoneras más grandes, aunque con tan formidable apariencia que los españoles las confundieron con acorazados, desplazaban sólo diez pies de agua y se adaptaban particularmente bien para navegar en puertos de aguas poco profundas.
El comandante C.C. Todd de el Wilmington, el oficial de mando con más tiempo de servicio había recibido órdenes de destruir los barcos enemigos pero evitar, de ser posible, cualquier confrontación con las baterías de la costa. Todavía se recordaba la suerte del Winslow, y la necedad de poner buques pequeños al alcance de la artillería pesada instalada en tierra se había quedado impresa en la mente de los oficiales de mando, especialmente cuando no habían fuerzas de desembarco disponibles.
El comandante Todd partió su flota en tres divisiones para tentar su avance en el puerto por tres diferentes vías por entre los cayos y evitar de ese modo el escape delenemigo. El Wilmington y el Helena tomaron el canal más al norte en la extrema izquierda. El Scorpion y el Osciola buscaron un canal directamente opuesto a la ciudad, mientras que el Hist, el Hornet y el Wompatuck tomaron un canal más al sur y a la extrema derecha de la línea de ataque.
Era una mañana soleada y clara, con una brisa suave del este soplando en la cara de los marinos, mientras los buques se dirigían a Manzanillo, a las 6:50 AM
El comandante W.P. Swinburne del Helena siguió el curso trazado por el Wilmington y a las 7 en punto, cuando lo tuvo a 4oo yardas a estribor, izó sus banderas.
Los cinco buques se alinearon ya dentro del borde de los cayos de norte a sur en el orden indicado y a las 7:04 una batería de la costa abrió fuego, sin alcanzar a ninguno. El comandante Swinburne había ordenado que los proyectiles trazadores que se guardan en el mástil militar fueran arrojados por la borda y fue acortando gradualmente la distancia que lo separaba de el Osceola y el Scorpion, que fue el primero en atacar a las baterías de tierra a las 7:18 Un poco más tarde el Wilmington comenzó la ofensiva contra la ciudad y a las 7:52 el Helena, que había distinguido algunos buques enemigos en el puerto, disparó con su batería de babor.
Algunas de las cañoneras españolas comenzaron a presentar batalla a la flota en ofensiva, pero la ecuanimidad y el deliberado fuego de los marinos yanquis las hizo retroceder y a las 8:07 a la entrada norte del puerto se vio ardiendo un buque de vapor.
Además de las tres baterías en la costa, un fortín en una loma detrás de la ciudad abrió fuego a las 8:20 pero ningún barco americano fue alcanzado, pues estaban a unos 3000 o 4000 yardas en avance oblicuo.
No fue fácil el avance, pues los buques más grandes apenas encontraban profundidad suficiente para flotación y tenían que ser guiados por los dos hombres en la plataforma de sondeo que lanzaban la plomada constantemente. Cuando las plataformas se acercaban dos brazas era necesario tentar aguas más profundas. Como navegaban a unas 3000 yardas, los disparos del enemigo comenzaban a caer cerca de el Helena, muchos de ellos pasando por sobre el puente y un fragmento estallaba sobre el castillo de proa. Las balas al impacto se proyectaban alrededor y así perforaron el pantalón del navegante, pero nadie prestó atención, pues nadie fue herido. Los hombres de la plataforma de sondeo continuaban declamando la profundidad según sus plomadas y aunque alguno podía esquivar una bala, aun así no abandonaba su trabajo por un instante.
Marinos y oficiales lucharon en el estilo metódico que había caracterizado a la marina a lo largo de la guerra.
Un poco al sur de la ciudad estaba el pontón María, un armatoste utilizado como barco de recepción y entrega. Este tenía algunos cañones de 6 pulgadas que seguramente iban a ser muy hostiles. El comandante Todd sabía que debían ser destruidos, pero no quería gastar municiones; así que hizo señales al Helena: “Fuego a las cañoneras, fuego al pontón.” No solo éste ardía en llamas a las 9:20 AM sino también algunas cañoneras y transportadores.
A las 9:56 se le ordenó al Helena fijar su atención en las cañoneras a la derecha de los buques ya impactados y se acercó un poco más a la costa, disparando su batería de estribor a unas 2100 yardas de distancia. Una a una las cañoneras hostiles fueron quedando en llamas, dos de ellas explotando como fuegos articiales y el resto a la deriva. Pero ya en ese momento el Helena y otros buques se encontraban al alcance de las baterías de la costa y de un fortín en una loma encima del Punto Guá. La forma en que se hundían en el mar los proyectiles que caían cerca, indicaban que los españoles estaban usando baterías de mortero o cañón de lámina lisa de largo alcance.
Al ver que todos los barcos enemigos habían sido hundidos o destruidos, a las 10:22el Wilmington dio la señal general de cese al fuego y la flota americana retrocedió a la bahía. El Helena continuó disparando por unos minutos para cubrir su retirada y la del Wompatuck que estaba a babor y se salpicaba con el agua que levantaban los proyectiles disparados desde la costa. A las 10:35 el fuego había cesado.
En esta acción el Helena, que había podido hacer su parte generosa del trabajo, disparó 203 proyectiles corrientes de sus cañones de 4 pulgadas; así como de sus ametralladoras Colt, 129 de 6 libras; 84 de 1 libra y 430 de 6 milímetros.
Ningún barco americano había sido dañado materialmente ni un solo hombre se había perdido por la parte americana bajo el fuego de al menos 4 baterías en la costa y dos fortines y la flota recogió fácilmente los botes y otros medios móviles que habían sido dejados durante la acción en un centro de mando cubano en la costa.
Los españoles perdieron unos 200 hombres, 6 cañoneras, 3 transportadoras y un pontón. Incendiados y hundidos quedaron el pontón María y la cañonera el Centinela. Inútiles y medio hundidos el Delgado Parejo y el Guardián. Prácticamente destruidos el Cuba Española, Guantánamo y Estrella. Los transportadores destruídos fueron el Gloria, el José García, así como el Purísima Concepción, los tres graciosos correos de preciosa estampa, cubiertas corridas y largas estructuras. El Purísima Concepción, que había sido perseguido hasta el puerto por la flota del bloqueo, pagaba así su insolencia.
Dicen los americanos que se tuvo gran cuidado en hacer el menor daño posible a la ciudad misma, y según se sabe, poco o ningún daño se le hizo. Los barcos de la flota americana regresaron a sus estaciones, excepto el Wompatuck, que fue enviado a Guantánamo para reportar ante el Almirante los resultados de la batalla.
El capitán Don Fernando Gutiérrez Cueto llegaba el 28 de Octubre de 1898 a la Coruña, a bordo del trasatlántico Catalina, como simple pasajero. Nadie le pagó el dinero que sacó de su bolsillo para los salarios debidos a su tripulación durante esta última etapa de labores corsarias de avituallamiento a las tropas españolas. Otro 18 de julio, en el año 1939, moría Don Fernando, víctima de septicemia, de un colapso cardíaco, a los 88 años de edad, en Cabezón de la Sal.
Fin de las hostilidades en la guerra hispano-americana.
Después de la rendición de Santiago la flota americana se ancló en Guantánamo donde los barcos se abastecieron de carbón, se les hicieron reparaciones menores y los marinos descansaron adecuadamente.
El alto mando americano deseaba hacer una base de operaciones en Isla de Pinos para interceptar a los barcos españoles que abastecían a La Habana desde la costa sur, para lo que organizó una escuadra compuesta por el Newark, Resolute, Suwanee, Hist, Osceola, y Alvarado.
El Newark (Capitán C. F. Goodrich) junto con el Resolute (Comandante Eaton) salieron de Guantánamo el dia 8 de Agosto de 1898 a las 4:00 PM rumbo a Cabo Cruz, que era el punto de encuentro de la escuadra. Se detuvieron frente a Santiago para comunicarse con el St. Louis. Los detalles de la expedición sólo los conocía Goodrich, aunque de modo general se podía intuir que un golpe demoledor a España acercaría el proceso de paz.
Manzanillo se rendiría, con toda su fuerza naval y los cuatro mil quinientos hombres encargados de su defensa, ante la presencia de una fuerza americanasuficientemente grande. Al menos esa era la  información de fuentes confiables al más alto oficial del Hist, el teniente Young y de éste al capitán del Newark C. F. Goodrich. La escuadra completa se había reunido en las costas de Cabo Cruz, por orden del comandante en jefe, con el que ya era imposible consultar. Ante aquél se planteaba una clara disyuntiva: un golpe decisivo a Manzanillo sería de gran efecto moral; por otra parte, exponer un barco del tamaño del Newark al alcance de tiro de la defensa de la ciudad era un riesgo que podía convertirse en desastre.  Era el 9 de Agosto de 1898 y a las 2 PM el Suwanee (Capitán de corbeta Delahanty) y el Hist (teniente de navío Young) reportaron al Newark. El estado general del personal era excelente, la experiencia del bloqueo había beneficiado a los bisoños marineros.
Al amanecer del 10 de Agosto de 1898 se unieron el Osceola (teniente de navío Purcell) y el Alvarado (teniente de navío Victor Blue), capturado en Santiago, construído en Inglaterra para que España interceptara las expediciones mambisas desde los Estados Unidos, ahora con tripulación americana y pintado de color de guerra.
Poco tiempo después se puso rumbo a Manzanillo por el Canal Cuatro Reales. Entre los numerosos cayos de diferentes tamaños hay como un mar interior, llamado de Buena Esperanza, cruzado por numerosos canales de diversas profundidades. El de Balandras que hace la ruta más corta y directa, tenía solamente 18 pies de hondo y como el Newark requería una profundidad específica de 22 pies y 3 pulgadas, era necesario hacer la ruta noroeste por el canal de cuatro Reales. La única carta de navegación disponible de la región era una de la parte occidental de Cuba y siendo de escala pequeña, el puerto objetivo y sus alrededores ocupaba sólo una porción reducida de la hoja. Por experiencia las cartas de navegación españolas no eran muy confiables. Una pequeña carta de fuentes españolas daba 5.5 brazas como la menor profundidad del canal que se pensaba tomar. Sin embargo, la información proveniente de instrucciones de navegación emitidas por la Oficina Hidrográfica de Estados Unidos respecto a que el canal de Cuatro Reales estaba cerrado, daba lugar a dudas. El piloto cubano del Hist insistía en que estaban garantizadas las 5 y media brazas a lo largo del canal, por lo que la escuadra se dirigió a su entrada.
A los que no conocen el lugar todos los cayos les parecen iguales y como la carta omitía algunos existentes mientras mostraba otros inexistentes, pueden imaginarse las dificultades para encontrar el rumbo por referencia geográfica. Además, las grandes diferencias de valores de las sondas obtenidas comparadas con las de la carta, aumentaban las dudas sobre esta última.
Se puso al frente al Hist con su piloto, siguiéndole el Suwanee, el Osceola, el Resolute y el Newark, manteniéndose cerca del último el Alvarado.  Los buques delanteros debían desplegar la señal de peligro en caso de caer la sonda a 5 brazas. Entraron al canal con el sol al oeste, encontrando una boya plantada por el Wilmington en una visita previa, la única señal de aguas poco profundas. Las variaciones verdosas en el agua vistas desde la plataforma no indicaban zonas bajas pero un toque marrón con el sol en meridiano sí era seguramente indicio de zona de peligro. El Newark seguía adelante a baja velocidad, levantando la señal de peligro según la necesidad, guiado por el mejor timonel del barco, hasta pasar sin dificultad el canal. Se había superado el primer peligro, la escuadra estaba anclada dentro del arrecife, cerca de un cayo que no aparecía en el mapa en este bello mar interior. Eran las 7:00 PM del 10 de Agosto de 1898.
En el equipo de señales no había banderas blancas, tal parecía que nadie había considerado la eventualidad de necesidad de alto al fuego, por lo que intendentes y grumetes se dedicaron a confeccionarlas.
Antes del amanecer, a las 4:15 AM los buques se deslizaban suavemente hasta alcanzar los cayos de Manzanillo. Se lanzaban por la borda barriles del encurtido y se anclaban para marcar puntos de giro muy cerrados como ayuda en el regreso. Cerca de las 10:00 AM se lanzaron las anclas a sólo tres millas de Manzanillo y se envió el Hist a Calicito, a 6 millas del lugar, para coordinar con los mambises y solicitar cooperación en la eventualidad de un bombardeo.
Era difícil descubrir las defensas de la ciudad desde los barcos; se veía una línea de fortificaciones, se destacaban las aspilleras de los fortines y los restos de cañoneras y buques transportadores destruidos en ataques anteriores, pero se desconocía la posición de los cañones. Un mapa que había elaborado el teniente de navío Young del Hist, mostraba la ubicación de los cañones y su posición con cierta precisión. La ciudad se extendía por la costa y las casas estaban situadas en una suave pendiente desde el mar. Algunos cayos dividían la entrada en canales al norte y al sur, demasiado poco profundos para el Newark. Para un bombardeo debían avanzar juntos y en una sola dirección, dadas las dificultades en las maniobras de viraje por la falta de espacio.
Antes de anclar, el Newark izó la bandera de alto al fuego y el Alvarado, con bandera blanca, se dirigió a Manzanillo con esta comunicación:
“U.S. Newark
Manzanillo, Cuba
Agosto 8 de 1898.
A Su Excelencia El Jefe Militar de Manzanillo.
Señor:
Tengo el honor de presentar a usted mis respetos y demandar en nombre de Los Estados Unidos, lo siguiente:
  1. La rendición incondicional de Manzanillo y sus dependencias con todas sus fuerzas españolas, militares y navales, regulares y voluntarias, guardias civiles y bomberos, así como todos los buques de todas las denominaciones a flote en este momento en el puerto, que me debe ser entregado intacto y sin daños. También todas las armas, municiones y accesorios en las fortificaciones; todo el armamento de campo con sus medios de transporte, munición y accesorios, todo en buenas condiciones.
  2. La entrega de armas de los departamentos de bomberos y policía, aunque seguirán realizando sus tareas anteriores.
  3. Las autoridades municipales retendrán el ejercicio de sus responsabilidades a disposición de los Estados Unidos.
  4. Se restablecerán todos los faros, luces, boyas y otros medios de ayuda de navegación y las autoridades, tanto civiles como militares deben cooperar al máximo en el remplazo y rehabilitación de las boyas que hayan desaparecido. El faro de Cabo Cruz debe ser iluminado inmediatamente y mantenido así. Los gastos serán cubiertos por Los Estados Unidos.
  5. La propiedad pública de cualquier categoría perteneciente a su majestad el Rey de España será entregada a la custodia de los Estados Unidos. Usted debe situar a miembros de las unidades navales especiales y custodios en propiedades que sean susceptibles a pillaje o destrucción.
  6. Usted mantendrá todas las líneas telegráficas instrumentos, y oficinas intactos y me los entregará en perfecto estado.
  7. Se espera que las autoridades religiosas utilicen activa y diligentemente su influencia para preservar el orden y la calma ya que no serán molestadas en el ejercicio de sus santos oficios.
  8. Si estas condiciones son aceptadas y llevadas a cabo con honestidad se le brindará el mismo tratamiento a las tropas que usted deponga que a las tropas de Santiago.
  9. Estas condiciones deben ser aceptadas inmediatamente. Si usted las rechaza, entonces le pido a Su Excelencia notificar inmediatamente a mujeres, niños y otros no combatientes presentes de mis intenciones de bombardear y asaltar a Manzanillo dentro de tres horas desde el momento del recibo de esta comunicación. La grave responsabilidad de provocar un baño de sangre innecesario ha de recaer sobre Su Excelencia, a quien pido acepte la garantía de mis distinguidas consideraciones.
Su Seguro Servidor;
C. F. Goodrich
Capitán de la Marina de los
Estados Unidos.
Comandante de las fuerzas militares y
Navales presentes de
Los Estados Unidos.
Victor Blue
Teniente de navío de la
Marina de los Estados Unidos.
Aunque ya Manzanillo había sufrido ataques americanos anteriormente y sus habitantes habían vivido en condiciones de guerra, todavía no no habían experimentado un ataque con balas de 6 pulgadas y la pólvora sin humo. Era una ironía de la vida que este ultimátum les llegara a bordo de la cañonera cautiva Alvarado. El teniente de navío Blue informó que había sido recibido con gran cortesía y con guardia de honor y que los oficiales españoles se interesaban por saber si el Alvarado había venido desde Guantánamo por sus propios medios o había sido remolcado por el Newark. Un viaje tan largo para un buque tan pequeño era para ellos una osadía.
El Hist regresó de su entrevista con los mambises cubanos en Calicito con la noticia del arribo de refuerzos a Manzanillo.
A la 1:10 PM se deslizaba el Alvarado por un costado del Newark, donde había gran expectación. ¿Habría guerra o paz? ¿Se rendirían los españoles o pelearían? Por el rostro  impasible de Blue, según subía a bordo y se dirigía con Goodrich a su cabina, nada se denotaba.
Todas las dudas desaparecieron a la orden de despejar los buques para el combate e izar las banderas correspondientes. Los españoles iban a pelear, considerando muy corto el tiempo asignado y en palabras del comandante español, la rendición no les era permitida por su código militar a menos que estuvieran sitiados por mar y tierra.
La transmisión de orden de combate a los barcos fue bien recibida por la tripulación y los trabajos preparatorios se hicieron con diligencia; todos los botes de salvamento fueron bajados y situados fuera del alcance del fuego enemigo. Parecía que los hombres disfrutaban la perspectiva de una nueva batalla y la posibilidad de matar o ser muertos.
A las 3:20 PM el Newark dio la señal de avance y de cubrir sus puestos oficiales y tripulación: en la plataforma principal el oficial ejecutivo y encima el oficial subalterno para observar la caída de los proyectiles; el capitán, el oficial de navegación y el piloto cubano en el puente de mando superior, el intendente principal y los grumetes en el puente de mando inferior.
Antes de salir de la bahía de Guantánamo el Newark había recibido de la propia ciudad americana,  enviado por niños de escuela primaria, una caja con gallardetes, banderines y dos pabellones grandes, uno de ellos de seda, que fue colocado en el mástil delantero.
A las 3:35 PM, tres horas después de que el comandante militar de Manzanillo recibiera la demanda de rendición, la bandera blanca fue arriada y las de guerra fueron desplegadas. A las 3:40 se dio la señal de abrir fuego y a las 3:41 el teniente de navío J. H. Gibbon disparó el cañón delantero de 6 pulgadas desde el Newark, calculando un alcance de 5000 yardas y así comenzó la batalla.
Antes del primer disparo todo había estado tranquilo, aunque negros nubarrones se posicionaban en un ángulo al norte de la ciudad, pero tras el rugido de los cañones rompió un concierto infernal de rayos y truenos y un aguacero diluvial sobre Manzanillo. La jefatura americana había sido instruida en los objetivos adecuados para atacar y evitar, en lo posible, zonas indefensas. Evidentemente la ciudad estaba fortificada y había tenido tiempo suficiente para evacuar a civiles. La autoridad superior no estaba dispuesta a suspender su plan de bombardeo a Manzanillo por consideración alguna de daño a la propiedad privada.
El primer disparo fue bueno y después de un tiempo para observar sus efectos, los cañones de estribor comenzaron a disparar. El sistema eléctrico auxiliar de disparo funcionaba satisfactoriamente, las grúas eléctricas suministraban las municiones sin interrupción aun a baja velocidad, la pólvora sin humo permitía a los capitanes ajustar el tiro, que era excelente a juzgar por las nubes de polvo que levantaba en las trincheras y los fortines de la colina. Era preferible avanzar todo lo posible en la misma dirección para poder utilizar la batería de estribor, pero la estrechez del canal impedía cualquier cambio de curso y el reporte de una profundidad de 5 brazas de la sonda hizo que el piloto cubano se encogiera de hombros e insinuara que el barco no podría seguir acercándose. Luego caminó hasta el final del puente de mando y balbuceó que se lavaba las manos, al saber que con cuatro brazas solo quedarían algunas pulgadas debajo de la quilla. Muy lentamente siguió avanzando el Newark, deteniéndose cuando la sonda daba 4 brazas y media. La hélice no tenía efecto completo por lo escaso del agua; aunque la marcha de las máquinas se había revertido el barco se deslizaba hacia adelante. Entonces se soltó el ancla de estribor que detuvo el movimiento a la vez que evitaba el contacto con el cuerpo del buque. Se levantó el ancla y el Newark regresó a las 5 brazas, prosiguió hasta las 4 brazas y media y ancló nuevamente, procedimiento por el cual el ajuste de tiro y su secuencia tuvo poca variación.
Cinco minutos después del primer disparo los otros barcos pasaron por el canal intermedio a una milla del Newark. El Osceola comenzó el fuego.  El Alvarado, situado a la salida de la plataforma del oficial superior, a babor, comenzó la pelea. Los españoles no respondían, aunque la lluvia de proyectiles era implacable.
A las 4:17 PM en el puente del Newark pensaron ver una bandera blanca en  la costa y se dio el alto al fuego y se envió al Alvarado con bandera blanca también a recibir la rendición. Las demás cañoneras dejaron de disparar. El Alvarado se acercó a unas 500 yardas de la costa, siempre bajo observación de los marineros de las cañoneras, cuando se vio un destello de una de las baterías de costa y seguidamente todo el litoral se iluminó con las descargas. Las cañoneras también rompieron el alto al fuego como si hubieran estado esperando el momento adecuado y se cubrieron con una nube de humo. Los hombres del Newark corrieron a las armas sin esperar la orden. Por mala fortuna, las pequeñas cañoneras se encontraban tan cerca en la misma línea de fuego que era imposible para el Newark disparar a las batería de costa por encima de ellas, pero no por mucho tiempo, porque se apartaron hacia la derecha suficientemente para que el Newark continuara la batalla y se retiraban con cautela mientras disparaban, pasando por debajo de la popa del Newark. El fuego español era desordenado. Al recibir el reporte de los capitanes de las cañoneras parecía un milagro que ninguna hubiera sido impactada. La bandera del Suwanee fue atravesada por un disparo y aunque el buque fue varado,no mostraba daño alguno.
El teniente de navío Blue reportó que la habían disparado a su bandera blanca, que él arrió y respondió con fuego, pero como la munición era española, sólo una tercera parte de ella fue efectiva. Por eso armó a su tripulación con Mausers. Más tarde se determinó que los españoles, al ver al Suwanee, el Osceola y el Hist acercarse sin bandera blanca, hicieron lo correcto al disparar.
También se supo después que no se había levantado bandera blanca en esta ocasión.
Las cañoneras anclaron y hasta oscurecer el Newark hizo algunos disparos aislados que fueron respondidos desde las baterías costeras del sur enfáticamente. Antes de oscurecer se tomaron las coordenadas de fuego y se dio la orden de disparar un cañonazo cada media hora del sudeste al este-sudeste, con la intención de reanudar las acciones al amanecer y desembarcar los marines. A las 5:00 AM se vio una línea de humo desde el noroeste que indicaba que los aliados cubanos, los mambises, iniciaban el ataque que los españoles rechazaban con cañones de campaña, pues los mambises se retiraron o hicieron alto al fuego a las 5:30 AM.
Poco descanso hubo en el Newark en las últimas 48 horas y poco pudo dormir la tripulación con el estrépito del cañón a intervalos irregulares, aunque peor debió haber sido para los que en la oscuridad de la noche, lo esperaban. Durante la noche de guardia, a eso de las 2:30 AM se vio un bote con numerosos faroles y para no correr riesgos se le abrió fuego con los cañones de 6 libras hasta que desapareció.
Al alba se veían banderas blancas por doquier. Un despacho de las autoridades españolas anunciando la firma del armisticio llegaba en un bote con bandera blanca y dos extraños oficiales de mirada triste.
Aunque no había información confiable respecto a los daños provocados por el bombardeo, se supo que el último proyectil había explotado en una porción de los cuarteles, hiriendo a algunos soldados y matando a seis. El comandante en jefe ordenó por el telégrafo que el escuadrón regresara a Guantánamo.
Unos meses después de la batalla, el Hist volvió a Manzanillo, esta vez en son de paz. Contó entonces el jefe militar que al anochecer del 12 de Agosto de 1898 se había reunido el Consejo de guerra con altos oficiales españoles de Manzanillo y habían decidido rendirse incondicionalmente al Capitán Goodrich. Se escribió la comunicación oficial y se firmó, esperando ser entregada cuando la luz del dia hiciera visible la bandera blanca. Antes del amanecer llegó el telegrama anunciando el cese de hostilidades.

Después de algún tiempo fue reflotado y reconstruido el Purísima Concepción. Estuvo  brindando sus servicios de transporte del sur de Cuba hasta el ciclón del26 en La Habana cuando, sueltas las amarras, el buque Antonio López lo arrastró y lo destrozó contra la escollera.

El papel de USA es el del malo; hacer el mal, como se ha hecho a través de la historia. El papel del justo es condenarlo, denunciarlo y combatirlo.
Según evoluciona la opinión pública mundial, llegará el momento en que los poderosos cometan cualquier tipo de injusticia y todos lo consideren normal.
La culpa del abusado es optar por la vida en la eventualidad del abuso so pena de muerte.
La indiferencia del bueno; ese es el problema.
Cuando las fieras no se agreden entre ellas mismas, mucho peor para los animalitos del bosque.
¿Qué incentivos hay para que los países de la culta Europa se despedacen cuando los esclavos se ofrecen con gusto y arriesgan sus vidas para servirles en sus propias ciudades?
Con la comunicación inmediata propiciada con Internet, los horrores de la guerra de agresión sirven para que la gente se divierta. Se borran las fronteras culturales y la identidad es concepto arcaico. Se globaliza la mediocridad.
Sólo un Viet Nam de estos tiempos, no el de ahora, salvaría la historia.
De izquierda a derecha se analiza el tema Libia y nadie se da cuenta de que los grandes culpables son Rusia y China, por su asquerosa posición el el Consejo de Seguridad de la ONU.
Sólo nos queda esperar para ver los misiles crucero caer en la plaza roja. Me voy a alegrar.

La estrategia española después del alzamiento de Don Carlos Manuel de Céspedes y Castillo en su finca del ingenio La Demajagua fue la de tierra arrasada en los alrededores de la villa de Manzanillo.

 

La estrategia cubana era hostilizar al ejército español, guerrilleros y voluntarios, logrando que ninguna columna enemiga avanzara más de dos kilómetros sin ser tiroteada y que la mentalidad pro-española tuviera bien claro el concepto de plaza sitiada.

 

Una comisión de nueve jefes guerrilleros y voluntarios, seguramente responsables de la mala fama de su jefe, el coronel de caballería Don Juan Ampudia y Domínguez, teniente gobernador y comandante militar de Manzanillo, se presentó ante éste para pedir audiencia, que le fue concedida, ¿Qué hay de nuevo, señores?

 

__ Señor, tenemos algo de nuevo, en lo que usted tal vez esté de acuerdo, pues lo hemos meditado bien; estamos convencidos de que las familias cubanas de los alzados que tanto nos mortifican merecen un duro castigo que les sirva de escarmiento a los insurrectos.

 

__ ¿Y cuál es el plan que traen ustedes, meditado para escarmentar a los insurrectos en las personas de sus familiares?

 

__ Pues que usted nos autorice dos horas de degüello. Son suficientes para arrasar con todos.

 

__ Una noche de San Bartolomé. Es tan grave lo que me piden; tiene el asunto tanta responsabilidad moral, que no es para resolver sin previa meditación, aparte de la responsabilidad material. Ahora pueden marcharse, necesito una semana para meditar. Vengan el próximo lunes a las ocho de la mañana para conocer mi resolución.

 

El coronel Ampudia esperaba la cita de completo uniforme, en el salón delantero de su casa, moviéndose a pasos cortos y al compás de un ritmo interior. Recibió a la comisión sin ceremonia ni brindarle asiento, ¿Insisten ustedes en su propósito de degollar a los manzanilleros, no ha variado en nada su pensamiento?

 

__ En nada ha variado, coronel.

 

__ Pues bien, estoy dispuesto a concederles no dos horas, sino tres; de doce de la noche a tres de la madrugada, pero con las siguientes bases: mi corneta de órdenes toca generala y a la carga; ustedes comienzan por degollar a sus mujeres y sus hijos; yo acuartelo las fuerzas del ejército regular; tan pronto terminen con sus familias vienen a degollarme a mí, que soy cubano de nacimiento, soy habanero, y si no se atreven a llegar a donde yo estoy, iré con los soldados de la patria hacia ustedes, a que los cacen con las puntas de sus bayonetas. Hasta las doce de la noche.

 

__Mi coronel, con esas condiciones…Nada, desistimos de nuestros planes.

Cinco veces ha visitado Alicia a Las Tunas. Dos bailando y tres sin bailar. En una de esas le obsequiaron el machete de Vicente García. No entiendo la simbología. ¡Hay cada gente con cada cosa! No hay dudas de que la NDPA hizo milagros: hacer de Tunas un pueblo culto. Habrá un auditorio lleno y los aplausos serán copiosos. Tunas era un pueblucho de mala muerte a ambos  lados de la carretera central, con excusados a una cuadra de distancia, sin ballet ni acueducto. Y Alicia dejará allí un pedacito de su viejo corazón cortado con su flamante machete.

 La semana siguiente asistí a la fase final de la campaña de alfabetizadores. Millares de jóvenes venidos de todos los rincones de la isla llegaban a La Habana en trenes y camiones, mezclados con los maestros voluntarios y los brigadistas de Patria o Muerte. Las calles estaban adornadas con infinidad de banderitas y el pueblo vivía en un clima enfebrecido de expectación y de fiesta.
Recuerdo que fui con Carlos Franqui a la terminal de ferrocarriles a presenciar la recepción de una de las expediciones. Las muchachas de Conrado Benítez se amontonaban en los vagones descobijados de un tren cañero después de un viaje agotador desde Santiago.
Durante más de un día habían permanecido al sol y a la intemperie, sin dormir y casi en ayunas y, al apearse de las jaulas para desfilar por la ciudad, aguardaban pacientemente la seña! de partir, con las pesadas mochilas sobre la espalda. Algunas habían cumplido apenas catorce años y sus labios no formulaban ninguna queja.
Por aquellas fechas aproximadamente, visité las Escuelas de Instructores de Arte del barrio de Miramar y los cursillos de alfabetización de los trabajadores del puesto. En los palacios abandonados por la burguesía, millares de jóvenes estudiaban teatro, música y danza. El pueblo irrumpía en el recinto sagrado de las ensoñaciones y nostalgias de la clase en que nací y, en los profundos y marchitos salones, las fotografías de Fidel y Raúl sustituían a los viejos retratos de familia. Los estibadores de Jesús María y Guanabacoa habían aprendido a leer entre tanto y sus hijos frecuentaban las mismas instituciones en que __durante mi infancia__ me enseñaron a agradecer a Dios el privilegio de pertenecer al bando de los elegidos.
A medida que se avecinaba el día de la concentración, el ritmo de vida colectiva se aceleraba. Los niños alfabetizadores del llano y de la Sierra habían invadido bruscamente el hotel Habana Libre y, al igual que Braulio, subían en los ascensores para atalayar desde el altísimo descubridero del bar la hermosa ciudad que les pertenecía. En el Parque Central la multitud se apiñaba a oír los discursos improvisados de los oradores. Mis amigos ñañigos de Regla se habían alfabetizado también y el Iyamba de Otan Efó me enseñó el interior de la capilla decorado con la fotografía de Camilo Cienfuegos y numerosas banderas soviéticas y cubanas.
El veintidós de diciembre, cien mil brigadistas Conrado Benítez, quince mil de Patria o Muerte, ciento treinta mil alfabetizadores populares y maestros voluntarios desfilaban en hileras cerradas con sus compases, faroles y lápices gigantes. El asesinato del niño Manuel Ascunce no había frenado el avance de la campaña sino todo lo contrario. La isla entera se proclamaba Territorio Libre de Analfabetismo y el pueblo bailaba y manifestaba su regocijo en la calle.
El tercer aniversario del triunfo de la Revolución __diez días después__, este mismo pueblo rompía el cordón del servicio de orden frente a la tribuna y como una incontenible marejada se precipitaba sobre los tanques destinados a asegurar su defensa y los cubría de besos. Las armas que tres años atrás los sojuzgaban aún habían pasado a ser sus propias armas. Por primera vez el cubano era protagonista de su historia y esta historia marchaba, al fin, al ritmo de mi impaciencia.
El tiempo restante que permanecí en Cuba trataba de recapitular y digerir cuanto había visto. A mis solas evocaba el Centro de Rehabilitación de los campesinos alzados del Escambray y mi visita a la escuela de Instrucción Revolucionaria Osvaldo Sánchez, las muchachas milicianas que en la noche de Navidad velaban los almacenes y tiendas, y las discusiones de los bares de Regla y Jesús María. Me acordaba __no se me despinta de la memoria__ de la maestra de Manzanillo y de la voz y expresión con que me dijo: “Si todo esto va a caer, si va a empezar la vida de antes, yo prefiero morir y desaparecer primero. Aquella vida no la quiero ni para mí ni para mis hijos… Entonces, ¿por qué tanto miedo?”. Sus palabras me las había apropiado poco a poco y, ahora, cuando escribo “si esto va a caer” __hablo de una hipótesis y sé que no es posible__ el pulso me tiembla.
El fracaso de nuestra Revolución significó un retroceso de cinco lustros no sólo para España sino para los pueblos hermanos de América Latina. El aniquilamiento deCuba alejaría nuestras esperanzas durante otro tanto tiempo. Me basta con imaginar el destino doloroso de millones y millones de mis compatriotas, privados unos de patria y otros de libertad __y todos de la posibilidad de vivir dignamente__ para llegar a la conclusión de que __si el proceso ha de recomenzar, si los sacrificios han sido inútiles__ esta existencia no merece la pena. Al defender su Revolución, los cubanos nos defienden a nosotros. Si deben morir, muramos también con ellos.
París, mayo 1962
Por espacio de dos días había callejeado sin rumbo por Manzanillo y empezaba a acordarme del nombre de los bares y de los discos de órgano oriental de las victrolas y de las infinitas combinaciones de refresco, jugos de fruta y hielo con ron Bacardí. Me agradaba sentarme en un banco del parque y contemplar la falda ceñida de las mujeres y su balanceo sensual mientras caminan protegiéndose de la resolana con marchitas y descoloridas sombrillas. Al atardecer, acodado en la barra de algún café, me entretenía observando los corros de comadres y los juegos misteriosos de los niños en tanto que, a mi lado, un guajiro de la Sierra o un negro vestido de rosa y blanco __como un helado de fresa y limón __hablaban de Kennedy y Fidel, de dialéctica y marxismo-leninismo. Imaginaba que conocía lo mejor de la provincia y no había visto aún Cabo Cruz.
Para llegar al cabo, la carretera bordea la costa del golfo de Guacanabayo y atraviesa Campechuela, Ceiba Hueca, San Ramón, Media Luna, Niquero. Es el mismo camino que tomé días antes en mi visita al Centro Juan Bautista Levié, y Agustín y Araluce __mis compañeros de ahora__ ríen de las desventuras de la Hermana Angelina. En los jardines veo caimitos, mangos y frijoles saltarines que trepan como enredaderas. De vez en cuando algún guajiro aguarda en cuclillas el paso del autobús. Mientras Agustín atiende el volante del Chevrolet, Araluce me muestra el diminuto aeropuerto de la ciudad y las modernas instalaciones de la Granja San Francisco.
Un piquete de trabajadores desorilla las cercas de madera del INRA y repone los postes fogoneados. Más lejos, el marabuzal medra en los bajíos vecinos al mar. El platanal evoca una procesión de penitentes aspados de Semana Santa: el viento mueve las hojas como brazos de molino y el viajero imagina el estupor del Caballero Don Quijote. Los setos de agave se suceden con sus bohordos floridos y, al acercarnos a Campechuela, Araluce señala el central Francisco Castro Ceruto y explica que, el año anterior, sus operarios triunfaron en la emulación nacional de la zafra.
__El Gobierno los invitó a pasar una semana en Varadero, en casas de los millonarios, y había viejitos que al enterarse daban saltos y hasta se revolcaban por el suelo __dice.
La carretera cruza Campechuela de lado a lado. En el parque, los alfabetizadores cantan sobre las cajas de los camiones que deben transportarlos a Manzanillo y diviso el carrito de un fritero con el aviso: No le fío ni a mi madre. Agustín se desvía para enseñarme el malecón y el bosque de cocoteros cercano a la playa. El lugar produce impresión de gran riqueza. Al alcanzar de nuevo el camino los cañaverales sustituyen a los plátanos y campos de henequén. Las inscripciones y adornos de palma descubren los puntos de concentración de los brigadistas. Por la guardarraya de una finca dos bueyes mancornados tiran de una rastra de madera. El boyero va encima de la rastra y los azuza con sus gritos. Antes de la Reforma Agraria, la mayor parte de la tierra pertenecía a Delio Núñez Mesa y a la tristemente célebre familia de los León.
__Fidel les cortó la melena y los siquitriyó __dice Araluce__. Eran los caciques de la región y lo único que hicieron para el pueblo fue una cárcel.
En Media Luna, agrega, Delio Núñez había ametrallado a los parados que manifestaban contra la tiranía y, cuando su yerno fue capturado en Playa Girón, dijo __como el sobrino de Pepín Rivero y los demás__ que “había venido a defender el principio de la libre empresa”. En la actualidad el INRA construye cooperativas, repartos de viviendas, escuelas de capacitación, granjas avícolas. Tractores soviéticos y checoslovacos roturan los campos para la próxima siembra de algodón y el paro endémico es sólo un recuerdo del pasado, como el analfabetismo, el miedo, el hambre, las persecuciones.
Niquero presenta el aspecto de una población cubana típica, con casas de madera con tejado en pendiente y soportales hechos de horcones de jiquí. Las mujeres caminan haciendo oscilar sus sombrillas por en medio del arroyo y los guajiros las miran desde las arcadas, con sus sombreros de paja y el inevitable tabaco entre los labios. En el balcón de una vivienda un letrero dice: VIVA EL MARXISMO. La ciudad ha sido proclamada Territorio Libre de Analfabetismo y en las encrucijadas hay banderitas y arcos triunfales.
Al entrar en Belic es más de las dos. Agustín estaciona el automóvil junto a la Tienda del Pueblo y la belleza de las muchachas que pasean a la sombra del pórtico le enciende la sangre. Las mulatas y trigueñas del país son célebres en toda la isla. La que sirve en la barra del restaurante tiene los ojos oscuros y la piel mate y __como tropieza más de una vez con mi mirada__ sonríe maliciosamente.
__Aquí hay cada carro que es un merenguito __suspira Agustín.
__Anda, ¿por qué no vas a conquistarla? __bromea Araluce.
__Esas saben lo que quieren… A la cañona no se consigue nada.
El camarero nos trae ensalada de lechuga, tostones y arroz con frijoles. Araluce es hombre cordial y sencillo y, entre bocado y bocado, me habla de los pescadores del Mégano. Durante un tiempo fue responsable de su cooperativa y conoce íntimamente a Beto y Agustín. Con gran modestia, explica que en el período de su gestión se cometieron varios errores y, por el bien de sus compañeros, prefirió dimitir y ceder el puesto a otro.
__Nadie camina sin haber gateado __dice__. Ahora sigo un cursillo de formación de cuadros y la próxima vez lo haré mejor.
A la salida de la población crece un espléndido bosque de cocoteros. Cuando pasamos, un muchacho sube por un tronco, apoyando la pierna izquierda y el pie derecho en los estribos de una cuerda que lleva sujeta a la cintura. La carretera es de piso terrero y, al avanzar, dejamos una tolvanera amarilla detrás de nosotros.
__Hace semanas que no llueve __dice Agustín__. Ayer cayó un cernidito, pero paró enseguida.
El camino da asomadas al mar y, en Las Coloradas, nos apeamos a ver el Granma, Araluce se adelanta a hablar con los soldados. Junto al arco conmemorativo hay una caseta militar y los centinelas leen sentados a la sombra. La lancha está varada en una explanada, en la costanera de la ciénaga. El dos de diciembre, ochenta y dos hombres __entre los que se contaban los hermanos Castro, Che Guevara, Camilo Cienfuegos y Almeida__ arribaron en ella a Cuba, después de una travesía difícil, cumpliendo cabalmente la sentencia de Fidel: “En el año mil novecientos cincuenta y seis seremos libres o seremos mártires”. El cabo y los centinelas nos preceden por una escalerilla hasta cubierta y, mientras visito el interior de la lancha, mi mirada se detiene en un voto marinero que, en forma apenas distinta, he leído en numerosas embarcaciones de España: “Señor, recuerda que el barco es pequeño y el mar inmenso”.
El soldado que desempeña funciones de guía __un mulato alto, de una cuarentena de años, que perdió un hijo en la “limpieza” del Escambray__ nos conduce por una pasadera de tablones, a través del lodazal, a la orilla en donde los expedicionarios desembarcaron. El Ejército ha iniciado la construcción de zanjas para el avenamiento de la aguaza y, a momentos, el barro reseco se cuartea. El sol cae implacablemente sobre nosotros. El mulato marcha delante de mí con el fusil terciado a la espalda y su camisa se embebe de sudor. Uno no llega a comprender cómo __hostigados por el ejército y la aviación de Batista__ los hombres de Fidel pudieron abrirse camino con el agua hasta la cintura y chapoteando por el fango. Al cabo de un kilómetro el mar sube de nivel y, a nuestro paso, los peces cienagueros se escurren entre cortaderas y raíces buscando la querencia de las charcas. Los mangles son cada vez mayores y sus ramas cuelgan como estalactitas, cerrando completamente el paisaje. La pasadera termina en un pontón, al borde mismo del agua. El mar está en lecho y no se ve mover una hoja. Clavada en el tronco de un árbol una inscripción reza simplemente: AQUÍ NACIÓ LA LIBERTAD DE CUBA.
Un centinela vigila el lugar día y noche. Quien está en este momento de facción escribe una carta tumbado bocabajo y, al concluir la página, relee la carilla mordiéndose la lengua. Cuando nos vamos, el mulato se echa a reír.
__Hace más de un mes que está así __dice__. Salió de permiso y volvió medio enamorado ese perverso.
La carretera corta en línea recta hacia Cabo Cruz. El Chevrolet baja y sube por los badenes. Hasta hace unos meses el camino se interrumpía después de Belic. La zona del cabo permanecía incomunicada con el resto de la isla y, para llegar a ella, había que trasladarse por mar. El Ejército ha trazado una senda transitable en medio del bosque de júcaros y almácigos. Araluce quiere mostrarme un rancho de carboneros y torcemos en dirección a Monte Gordo.
La vegetación es muy espesa y, en cuanto el automóvil se detiene, los mosquitos atacan con saña. Una columna de humo nos orienta entre la maleza. Caminamos por una trocha de mal huello y, al fin, desembocamos en un espacio despejado y liso.
Los carboneros limpian el plan con sus peines y amontonan las madres de leña en conos regulares. Son hombres montaraces y rudos, adaptados a la inclemencia y rigores del campo. Durante toda su existencia han vegetado en el olvido en los rincones más miserables de Cuba y les cuesta trabajo comprender que la Revolución se ha hecho también para ellos. Por primera vez, los alfabetizadores les han arrancado de la nebulosa en que vivían.
Segundo González __maestro voluntario de Monte Gordo y autor de un cuadro de costumbres guajiras que tuve ocasión de ver en Güira de Melena semanas más tarde__ me expuso un día en La Habana las dificultades con que tropezaron. Ahora ha vuelto allí y __sin arredrarse ante ellas__, Segundo, mi amigo, aprovecha los ratos que le dejan libre los niños, para darles, con abnegación ejemplar, los cursos de seguimiento.
Pocos kilómetros después de Monte Gordo, Cabo Cruz aparece de pronto __uno de los parajes más bellos de la isla, sin duda alguna__. La cayería forma un puerto natural navegable y el color del mar es increíblemente limpio. Los dos azules __el de detrás de los cayos y el de la parte de dentro__ son de tonalidades distintas, como si el añil de un pintor se hubiese disuelto menos en uno que en otro. En los últimos tiempos de la colonia, los españoles obraron un faro que se utiliza aún. A la derecha __entre el poblado y el golfo__ se extienden varias lagunas enmaniguadas. La costa sur es rocosa y una compañía de trabajadores se ocupa en la construcción de una carretera.
Agustín estaciona el automóvil frente a la Tienda del Pueblo y los pescadores nos rodean y saludan a Araluce. La Revolución les ha liberado en breve tiempo de su aislamiento secular.
Los habitantes del Cabo tienen escuela, visita médica, almacén de víveres, cooperativa. En el embarcadero contiguo fondea un Omicrón matriculado en Santiago. Su patrono es un negro hercúleo, con el pecho cubierto de vello aborregado y vedijoso. Dos hombres vacían cajas de pescado por la escotilla, y el cocinero __un asturiano canoso que fue de los primeros en liarse la manta a la cabeza para luchar contra la dictadura__ nos sirve una taza de café. Los pescadores se acomodan también en la tapa de la regala y, al cabo de unos minutos de palique, compadrean conmigo como si fuéramos amigos de siempre.
Todos hablan de un tal Ramón Reyes a quien __días atrás__ un individuo desconocido pidió informes acerca de la distancia que había hasta Jamaica y el estado del cielo y la duración probable de un eventual viaje. El pescador contestó diligentemente a cada una de las preguntas y empuñando, de improviso, el revólver de miliciano agregó con suavidad: “Pero tú no vas, chico… Tú estás preso”. Identificado, el hombre resultó ser un ex policía de Batista, y Ramón Reyes volvió a sus nasas y redes como si no hubiese ocurrido nada.
Como demuestro interés por conocerlo me acompañan a su casa y me lo presentan triunfalmente. Ramón es un mulato flaco y barbudo, que lleva camiseta y gorro de marino blancos, y ríe con la inocencia de un niño y parece feliz de nuestro encuentro. El bohío en donde vive es de paredes de cuje y, en su interior, columbro un serón lleno de cocos, dos camas con bastidores de alambre y varios racimos de plátanos pintones. La mujer barre la entrada con una escoba de palma. Los hijos corren por el campo vecino y el más pequeño __hermoso como un gitanillo rubio__ suelta la concha de un cobo y se agarra llorando a las faldas de su madre.
__Uy, qué niño tan jeringón __suspira la mujer__. ¿Qué te pasa ahora?
El chiquillo balbucea algo ininteligible y grita más fuerte que antes.
__Hala, arranca __dice la madre__. Vete a amolar a otro lado.
__Antonio le ha botado el juguetico __acusa el mayor.
__Éste es un diablo __explica la mujer__. Ayer se fajó con otro y se desguazó toda la ropa.
__Lo hizo adrede __insiste el chico__. Yo lo vi.
__No es verdad __dice Antonio.
__Cállense los dos __ordena Ramón__. Y tú, como le vuelvas a botar la cosa, te voy a dar una entrada que te vas a acordar de mí.
Como el pequeño sigue con cantaleta, Ramón lo coge en brazos y le cubre la cara de besos. Instantáneamente el niño cesa de llorar.
__Este rubito es un castigo que me ha dado Dios __dice Ramón__. En cuanto me alejo un paso de él, no vivo.
El niño se frota los ojos recostado sobre el pecho de su padre y, cuando Ramón lo deja en tierra, vuelve a jugar con la concha rosada del caracol. Minutos después nos encaminamos todos hacia el pueblo. Al parecer, los brigadistas regresan aquella noche a La Habana y han ido al bar a celebrar la despedida. El sendero bordea la torre del faro y varios bohíos rústicos. A un centenar de metros de allí existe un cementerio sin muros, abandonado desde los tiempos de la colonia. Maleza y hierbajos cunden entre las cruces caídas y, al inclinarme sobre una lápida manchada de cera, descifro la inscripción: “Adelina Figueredo. Diciembre, 1887.”
El sol se cuela en filigrana por el manglar tupido. La uva caleta cubre la orilla de la playa y distingo una barca aconchada en el cieno. A trechos, el mar se abre paso bajo una bóveda de follaje y la luz espejea al fondo como si estuviéramos en una gruta. Los pescadores amarran sus botes y piraguas en los calefones. Las casas están esparcidas por el cocal y, al aproximarnos al centro del poblado, resuena una canción del trío Matamoros.
El bar es un cobertizo de techo de guano, con una barra minúscula, vitrola como las que privan en La Habana y pista de cemento para bailar. No hay mesas ni sillas, y el público se sienta en unos bancos laterales o se encarama en la cerca de madera. Enfrente del local se alza una vivienda peraltada sobre horcones y la dueña va y viene de la casa al bar con bocadillos y refrescos.
Cuando llegamos, el baile no ha empezado todavía. Los alfabetizadores son dos brigadistas de Patria o Muerte, empleados de la fábrica de cigarros Aromas de La Habana, que han permanecido cinco meses separados de los suyos enseñando a leer y escribir a los pescadores de Cabo Cruz. El más robusto se llama Pepe López, y la barba rizada y negra le resbala sobre su camiseta roja y un tanto descolorida. Su compañero lleva gafas oscuras y gasta barba también. La mujer les ha servido una botella de vino de fruta bomba y me dicen que aquél es el primer trago que toman desde que salieron de sus casas.
__Me he olvidado hasta del gusto del Bacardí __añade López.
__Eso tiene arreglo enseguida __dice Ramón__. Vengan a darse un palo con nosotros.
López y su amigo aceptan la convidada y los conocidos de Araluce se incorporan asimismo al grupo: el mulato Manuel Díaz y tres pescadores de cierta edad que vienen de calar las nasas de la langosta. Ramón agujerea los cocos y trocea el hielo. La dueña va de un lado a otro, siempre atareada. Manuel Díaz la llama con un silbido.
__Tú __dice__ ¿Tiene virado el moño?
__¿A mí?
__Parece que lleva a la espalda un chino muerto.
__Avemaría, qué hombre __la dueña sonríe al hablarme__. Ya comienza a tirar chinitas… La tiene cogida conmigo y no me deja.
__Anda __dice Ramón__. Abrenos una botella de Carta Blanca.
Manuel mezcla el agua de coco con el ron y el hielo machucado y distribuye los vasos a la redonda. Al poco aparecen dos jovencitas trigueñas de la brigada Conrado Benítez. Las dos dicen ser de Güira de Melena y López y sus amigos las invitan a bailar. La vitrola desgrana las notas cadenciosas del órgano de Manzanillo. Contagiados por el ejemplo, milicianos, pescadores y guajiros se emparejan con las muchachas de Cabo Cruz. El sol se ha ido tendiendo tras los uveros y una luz amarilla __como polvorienta__ aureola la silueta de los bailadores.
Al atardecer el aire se estanca y alguien enciende un fuego para ahuyentar a los mosquitos.
__En Cabo Cruz ninguna se queda a comer pavo __dice Ramón señalando a las muchachas__. Y tú, ¿no quieres bailar?
Le digo que prefiero ver a los otros, y un viejito me pasa el brazo por el hombro y ríe enseñando las encías.
__Acá y yo no fajamos a beber hasta coger una reverenda pea— anuncia.
__No le haga caso __dice Ramón__. El maldito este toma ron como agua.
__Yo no tengo pariente ni ariente __dice el viejo__. Soy baracutey.
__El mes pasado agarró una que se tangueaba y luego decía que estaba enfermo…
__En lugar de tomar, lo que debieras hacer es cuidarte.
__¿Cuidarme? __dice el viejo__. Para los años no hay ninguna medicina.
Oscurece y se alumbran los primeros quinqués. Los guajiros bailan al son del órgano sin quitarse el sombrero, solemnes y casi religiosos. El viento ha alejado los mosquitos y, en un bohío próximo, una mujer hamaquea a su hijo hasta que duerme y, después, se sienta a mirar junto a la puerta, con las manos cruzadas sobre la falda.
Al terminar la ronda de saoco, la dueña nos sirve otra. De seguida Araluce me arrastra del brazo a la casa de unos amigos. Allí, un viejo descuelga un racimo de plátanos del techo y se empeña en regalármelo. En la choza vecina, otro hombre quiere ofrecerme un platillo de camarones.
__Acéptalo, chico __dice__. Que esto es Cuba.
Como insisten y porfían no me queda otro remedio que obedecer. De vuelta al baile, Ramón y los demás pescadores gastan bromas a Manuel, que a los treinta y cinco años es todavía soltero y tiene una novia en La Habana que no ha visto desde hace meses.
__Tú chequéala… A lo mejor se ha empatado con otro.
__El domingo pasado él fue al cine con una viuda que tiene en Manzanillo.
__Como se entere tu novia te pega los tarros.
__Que se entere… Mientras ella está paseando por allá, pensé, veremos lo que se hace por acá.
__¿Y que hiciste?
__Nada __asegura Manuel__. Ve la película. Luego Pepe López y los brigadistas se acercan a nuestro grupo y, mientras bebemos el tercer saoco, Manuel me refiere la aperreada vida de él y sus compañeros bajo la tiranía batistiana.
__Estábamos esclavizados, trabajando para cuatro explotadores… A mí me latía la conciencia de ver niñitas de doce años que lucían como viejitas de ochenta.
__Fidel ha sido un Dios para los pobres __dice un guajiro.
__¿Dios? __exclama Manuel__. A Dios no le debo nada. Durante treinta años no me ha dado ni un cachito de pan así de grande… Dios somos nosotros. Si tú no trabajas, siéntate en tu casa a ver si Dios te trae para comer.
__Nosotros somos muy peludos para ser Dios __dice el guajiro.
Hay un coro de risas y López y sus amigos intervienen en la conversación.
__Acá __dice Ramón__ al que no es revolucionario se le chequea.
__Lo nuestro es chiquitico pero es puro __dice Manuel__. Lo hicimos a pulmón y no nos lo quita nadie.
__¿Y los americanos? __pregunto.
Conozco ya la respuesta del noventa por cien de la isla, pero quiero oírla aún.
—Los cubanos somos guapos para fajarnos. Como no boten la República al agua y maten a todos los niñitos, acá no vuelven a entrar.
Cuando me doy cuenta es hora de recogerse y Manuel y sus amigos hablan todavía de un pasado de miedo e injusticias y un presente de realidades y esperanza. El órgano oriental vibra en la noche de modo melancólico y las estrellas lucen en el cielo.
Al rayar el día siguiente, mientras iniciaba el regreso a La Habana, comprendí que la región de Manzanillo __y Cuba toda__ había calado hondo dentro de mí. Pensaba en Juan Angel y Manuel, en los compañeros de Ramón y los pescadores del Mégano, en la maestra que no temía a la muerte y en el mayoral ofendido en su condición de hombre. En la Revolución que había puesto en marcha a uno de los pueblos más nobles del mundo, y supe que, en adelante, vivir alejado de él no sería para mí una separación, sino un destierro.
La víspera de la concentración, Manzanillo ofrece un aspecto extraordinario. Los brigadistas de Patria o Muerte y Conrado Benítez, los maestros voluntarios y alfabetizadores populares vienen de los ranchos de la ciénaga y las aldeas serranas con el cabello anormalmente largo, las botas blancas de polvo, la piel curtida por el sol. La mayoría de los hombres gastan barba y se desparraman en bandas alegres por la ciudad, con collares campesinos hechos de semillas y un cabo de tabaco entre los labios. Las muchachas no han perdido su coquetería y lucen camisas bien planchadas y limpias, con la banderita cubana y la fotografía de Fidel. En unos y otras el optimismo es contagioso. Por espacio de muchos meses han vivido alejados de su familia y amigos compartiendo la existencia ruda de guajiros, carboneros y pescadores, levantándose a la orden del sol y acostándose a la del crepúsculo, hostigados por el calor, el jején y el mosquito, para llevar la instrucción a centenares de miles de almas que el colonialismo español primero, y la burguesía y los monopolios americanos después, habían mantenido en el atraso y la ignorancia. Obligados a trabajar en maizales y cafetos, potreros y rancherías, durmiendo en hamacas y catres de viento, sin otra luz que la de los velones y candiles, estos hombres y mujeres no son los mismos que salieron a alfabetizar medio año antes de La Habana, Pinar del Río o Santiago. Si guajiros, carboneros y pescadores han cesado de vegetar, frustrados y ofendidos en su dignidad de hombres, también ellos han adquirido una nobleza nueva en el trato con sus hermanos alienados y desposeídos. La Revolución ha obrado en pocos meses una transformación moral tan importante como la que llama la atención del viajero en el orden de las realizaciones económicas. Los hombres dormidos durante siglos han despertado de pronto a su posibilidad de hombres auténticos y, en la confrontación, los alfabetizadores han purgado, a su vez, gran número de prejuicios antiguos. Un sentimiento nuevo recorre la isla de parte a parte. En Manzanillo transflora y embellece el rostro de hombres y mujeres, viejos y niños. El corazón se calienta y pulsa de alegría al reconocerlo: se llama fraternidad.

Al atardecer, los brigadistas hormiguean por el parque con las mochilas cargadas a la espalda y los sombreros echados atrás. Algunos han entrado apenas en la adolescencia y el bozo no mancha aún sus mejillas infantiles. Deben de haber cumplido escasamente quince años y hablan como si fueran adultos. A mi lado un mulatico se anuda en torno al cuello la bandera de “Territorio Libre de Analfabetismo”. Es inquieto y gracioso y me sonríe mientras se acomoda en el bordillo de la acera.

__¿Cómo te llamas? __le digo.

__Braulio Pérez Hernández.

__¿Cuántos años tienes?

__Trece.

__¿De dónde eres?.

__De Puerto Padre.

__¿Es la primera vez que vas a La Habana?

__No, señor. El año pasado fui con mi escuela al hotel Habana Libre.

__¿Te gustó?

__Arriba de todo hay un bar muy lindo. Mi hermanito y yo estábamos siempre en los ascensores.

__¿Dónde alfabetizabas ahora?

__En Niquero.

__¿A cuántos enseñaste?

__A uno. Bueno, al principio alfabetizaba a dos, pero el viejo se puso enfermo de los ojos y no podía leer.

__¿Vivías con ellos?

__Sí, señor.

__¿Dónde?

__En el bohío. Me acotejaron una cama en la cocina.

__¿En qué trabajan?

__Tienen tres vacas y un huerto… Antoliano me enseñó a ordeñar.

__¿Antoliano?

__El hombre de la casa… Su mujer se llama Nilda.

__¿Lo alfabetizaste bien?

__Sí, señor __Braulio se expresa sin timidez ninguna__. La semana pasada escribió la carta a Fidel y el maestro le regaló un libro.

__¿Hay brigadistas más jóvenes que tú?

__Sí, señor __dice__. Erasmito es aún más chiquito. Mi padre no lo quería dejar y él dijo, Si no voy me cuelgo del caimito y me tienes que enterrar con la abuela.

__¿Quién es Erasmito?

__Mi hermano.

__¿Está aquí?

__No. El fue con mi hermana mayor para Guantánamo.

Los compañeros de Braulio vienen a buscarle y me despido de él.

Desde la mañana los bares no despachan bebidas alcohólicas y, a falta de algo mejor, me voy a tomar un café bajo los pórticos de la plaza. Navarro Luna y Acosta hablan en Campechuela a las nueve y los jóvenes Rebeldes se trasladan en camiones a oírles. En la piquera vecina Manuel se estaciona entre dos taxis. Al verme, me presenta a un hermano que vive en La Habana y está en Manzanillo de paso.

__Ayer me sapeé el día __dice—. Se pinchó la rueda y no pude arreglarla hasta por la noche.

Luego me pregunta qué diablos he hecho durante este tiempo. De modo sucinto, le refiero mis asomadas por el Mégano y la Ciudad Escolar.

__¿Qué te luce la ciudad? ¿Has visto algo así en tu vida?

Le digo que no y sonríe satisfecho.

__Ven __añade__. Voy a enseñarte una cosa.

__¿Qué cosa?

__Al otro lado del parque hay un bar donde nos reunimos unos cuantos a hablar de política. ¿Lo conoces?

__Estuve la primera noche __digo__. ¿Es la peña de Hilario?

__Tú sabes dónde el jején puso el huevo __ríe Manuel__. Hoy vienes conmigo y en pases.

Inopinadamente se encienden los faroles de la plaza. El hermano camina delante de nosotros con las manos en los bolsillos y, a cada trique, se vuelve a mirar a las mujeres.

__¡Vive esto! Esa sí es canela fina…

__Mi Antonio se duerme a las muchachas como agua —dice Manuel.

—A la trigueña le clavé la piedra en seguida, ¿te acuerdas? Por la mañana estaba en la bodega de Ramón.

__Tú no desprecias ninguna.

__No estoy casado como tú __dice Antonio__. Yo no tengo gatico ni perrito.

__¿Y tu novia?

__¿No te dije que rompimos? En La Habana hay cada jeva… Como la morenita de allá delante. ¡Qué cosa más rica, chico!

Cuando llegamos, un corrillo de asiduos discute bajo los pórticos. Hay una mujer de una cuarentena de años, un brigadista de Patria o Muerte, varios jóvenes de las milicias y un negro chato y pasudo, que sus amigos llaman Juan Ángel y habla con el acento de Pinar del Río. Hilario, al parecer, ha ido a Campechuela a oír el discurso de Acosta.

Manuel sonríe a la mujer y, bajando la voz, me explica que es profesora de dibujo. Por la acera pasa una banda de muchachas y Antonio se eclipsa tras ellas.

__En la Sierra daba gusto verlas __dice el de Patria o Muerte__. Algunas no tenían ni quince años y parecían mujeres…

__Mi vecina envió la hija a Bayamita y, cuando vino, no la conocía __dice la maestra__ ¡Uy, cómo ha vuelto mi niña, si me la han cambiado! Ahora come lo que le doy y me obedece… Todas las madres están azoradas.

__Conozco a una señora que no quería que fuese su niña porque creía se la iban a desgraciar, y hay que oírla ahora: “Donde Fidel mande a mi niña, allá va”.

__La Radio Swan contaba que la mitad bajaban enfermas y que las habían matado de hambre __dice un miliciano.

__Estos cuando hablan parece que están borrachos o tienen la cabeza llena de cocaína __dice Juan Angel__. El otro día uno de Bayamo se quejaba de que no había camarones y yo le dije, ¿Quiere usted comer camarones? Pues vaya a noventa millas al Norte, que ahí hay mucho.

__Algunos gritan porque no comen carne todos los días y, antes, los pobres, ¿acaso la probábamos? __la maestra se expresa con vehemencia__. Yo les digo, si no hay carne, hay frijoles, si no hay frijoles, habrá arroz, si falta el arroz habrá malanga… De hambre no moriremos.

__Sí, señor __Juan Angel viste una camiseta blanca abierta por delante, con una tira bordada como una casulla encima de los botones y juega con un medallón que lleva colgado del cuello__. Así se habla en Cuba.

__¿Que la carne rusa es mala? __prosigue la profesora__. Pues los rusos la comen y bien gordos están.

Todos ríen y Manuel aprovecha la pausa para presentarme a Juan Angel y la mujer. Ella tiene el cabello oscuro y los ojos azules y, pese a su rostro flaco y surcado de arrugas, se adivina que ha sido hermosa. Por unos minutos __empiezo a habituarme ya__ la conversación gira en torno de España y de los españoles que había en la isla.

__Pues yo prefiero mil veces los españoles a los americanos __dice Juan Angel__ . El español te explotaba y el yanqui te explotaba y te discriminaba.

Juan Angel abre el medallón del pecho y me muestra una fotografía suya, tomada algunos años antes, en la que aparece con guantes de boxeo, entrenándose en un gimnasio deportivo.

__Usted no se puede imaginar lo que debíamos hacer para vivir los negros en Cuba… Yo he sido boxeador, limpiabotas, maletero y he tenido que robar, para que no me robaran a mí. Pues bien, compay. Todo esto no es nada al lado de lo que padecí con los americanos.

__En los centrales no pagaban más que ellos para dividirnos y dominarnos mejor —dice uno de las milicias.

__Hasta la Revolución la gente de color no podía entrar en ningún club.

__Ahora la discriminación no existe ya. Pero quedan aún muchos prejuicios.

__Cuando un hombre y una mujer empatan es lo más lindo que hay __dice Juan Angel__ Y ven acá, ¿por qué no se ve ninguna manca en la calle del brazo de un negro?

__Dentro de unos años todo cambiará __responde Manuel__. Lo viejo no se barre de la mañana a la noche.

__Muchos nos admiten juntos y no nos quieren ver revueltos.

__Juan Angel habla para mí__. Al calvo no le importa la navaja. Pero ya que andamos enredados en la sinceridad se lo digo: “Si fuera usted prieto como yo, sentiría usted como lo discriminan”.

__Los jóvenes piensan de otro modo __dice la maestra__. En mi calle, una brigadista y un muchacho de color se celebran desde hace meses.

__A algunas muchachas les gusta el azúcar pero no quien la caña quema __continúa Juan Angel__. El otro día le dije a una mulatica, Mira chica, todos los corazones son colorados y acá en Cuba el negro se da silvestre…De modo que ya te vas acostumbrando a mirarnos un poco o te vas a quedar toda la vida para tía.

__Donde yo alfabetizaba, los negros y las blancas salían a pasear juntos __dice el de Patria o Muerte.

__La lengua siempre está peleada con los dientes y los dos viven en la boca __concluye Juan Angel.

Durante unos instantes todos callan. Poco a poco el corro se ha ido agrandando en derredor de nosotros. Al fin, un miliciano despliega el periódico que lleva bajo el brazo y lee unas líneas del último discurso de Kennedy.

__¿Qué le parece? —dice al terminar, El hombre habla siempre como si el mundo fuera suyo. A veces me pregunto si la cabeza le rige bien.

__¡Qué le va a regir bien! __dice un brigadista, Kennedy es un ñame.

__No me rebaje el ñame, compay __protesta Juan Angel__. El ñame satisface… Cuando uno tiene hambre le sabe sabroso y lo alimenta… Lo que es un cacho de carne con dos ojos.

__Los imperialistas ladran, pero ya no pueden morder __dice un miliciano—. Desde la última guerra han entrado en un período de decadencia histórica y, el día en que no les sea posible explotar a los demás pueblos, los obreros y los negros se le sublevarán y será el fin del capitalismo.

__Ven acá, mira lo que pasa en Santo Domingo… Si una nación despierta ninguna escuadra la puede parar.

__Sí, señor __dice Juan Angel__. ¿Por qué si no los Estados Unidos que es un país tan grande no se ha comido a Cuba que es tan chiquitica?… Porque saben que todos los pueblos están con nosotros y que, como pongan la mano acá, le da calambrina.

Los presentes aprueban con murmullos y la conversación se ramifica. Falta la presencia de algún Hilario para centrar la discusión con su vitalidad poderosa. A intervalos los oigo hablar de Argelia, Venezuela, Puerto Rico y hasta del Irán occidental (“Los holandeses están temblando”, dice uno). Al cabo se impone la voz de Juan Ángel.

__Si se me acerca un cura le digo, Mira chico, arreglemos esto de abajo primero y luego, si tú quieres remontarme a lo alto, súbeme.

__Los que hablan en nombre de Dios tienen la vida muy regalada __dice Manuel.

__La tierra es la que nos da de comer. Vamos pues a defender esta tierra… No me jale usted hacia el cielo que de allí no ha bajado nadie.

__Hay que luchar por esto y dejarse de prédicas __dice uno de milicias.

__A la que suene un tiro, todo mundo debe agarrar los hierros y fajarse con quien sea.

La maestra mira a su alrededor. Sus hermosos ojos azules centellean.

__¿Dónde hay embajadas para nosotros? __pregunta__. Para asilar a todos los pobres, a todos los cubanos, hubiera que hacer no una, ni dos, ni diez, como hay ahora, sino diez mil, y aún quedaríamos más de la mitad en la calle…

Su rostro se ha ido coloreando a medida que habla. La gente calla y la observa con respeto.

__Sí __dice de nuevo__. ¿Dónde hay embajadas para nosotros?

__En ningún sitio __murmura un miliciano.

__Si los siquitrillados y los esbirros vuelven algún día, ¿creen ustedes que nos van a perdonar?

__Hasta a los niños fusilarían… O ellos o nosotros.

__Si tenemos que desaparecer __prosigue la maestra__, bueno, pues desapareceremos. Si uno piensa, uy, a lo mejor me matan, voy a agacharme, éste no vale para nada… Si en Playa Girón hubiésemos obrado así, a estas horas tendríamos acá a todos los criminales de antes.

__Aquí estamos de visita nada más __dice Juan Angel__ ¿Para qué queremos tanto?

__El compañero tiene razón __la mujer habla apasionadamente y el corazón me aletea al oírla__. Si todo esto va a caer, si va a empezar la vida de antes, yo prefiero morir y desaparecer primero. Aquella vida ya no la quiero ni para mí ni para mis hijos… Entonces, ¿por qué tanto miedo?

La maestra nos contempla con la frente alta. Hay un silencio que dura varios segundos. De pronto, Manuel me agarra del brazo y me arrastra fuera del corro de quienes la escuchan, Cuando esta mujer habla me hace no sé qué ahí dentro.

__¿Es casada?

__Lo era __mi amigo se expresa con voz ronca__. Los esbirros le asesinaron al marido. Vinieron una noche a arrancárselo de la cama y nunca más ha vuelto a saber de él.

Manuel parece abatido y maldice bajo para desahogarse. Rabiosamente, limpia el polvo de sus gafas.

__Luego los americanos dicen que quieren salvarnos del comunismo… ¡La madre que los parió a todos!

Nos acodamos en una barra a tomar café. El público empieza a desperdigarse por la ciudad y la perspectiva del parque clarea. Las faldas variopintas de las mujeres salpican la penumbra de manchas móviles. Antonio vagabundea con las manos en los bolsillos y, al vernos, se acerca a nosotros sin prisa.

__¿Qué tal la caza? __digo.

__En La Habana si uno entra de lleno a las mujeres enseguida se te caen… Las de acá son más serias…

__¿Hablaste con alguna?

__Algo hicimos, sí señor __Antonio sonríe__. Quedé con una negrita para el baile.

__¿No habías invitado ya a Norma? __dice Manuel.

__Bueno. Ahora iré con las dos.

__Tú nunca sentarás cabeza.

__Lo que no quiero __responde Antonio__ es sentar barriga.

Los bares están llenos de alfabetizadores y los camareros sirven sin cesar refrescos y jugos de fruta. En todo Manzanillo no se vende una gota de alcohol. Por fortuna me acuerdo de una botella de vino búlgaro que puse a refrescar en la nevera del Casablanca. Manuel y Antonio me acompañan a descorcharla a la habitación y pegamos la hebra durante un buen rato. El búlgaro es un clarete flojo __su asperillo evoca el del tinto de la Alpujarra__ y se deja beber fácilmente. Al tercer vaso me siento más comunicativo que antes, con ganas de distraerme y conversar. Sin preocuparnos de la hora, recorremos los cafés de la ciudad brindando y alternando con la gente. Algunos rostros comienzan a resultarme familiares y tengo la impresión de ser parroquiano antiguo. Por fin me despido de los hermanos y me encamino hacia el hotel.

Es más de medianoche y sopla un amago de brisa. A mis oídos llega el eco de un tambor y, cuando un conjuntico de negros irrumpe por la esquina con bongos y flautas, creo que estoy soñando. Los hombres bailan al claror de la luna, ligeros y espectrales. El blanco de sus dientes risueños parece brillar con luz autónoma mientras la oscuridad desperfila el resto. Los cuatro gastan sombrerito zumbón, visten pantalones de franela listados y guayaberas de colores. Sus cuerpos ondulean al son agudo de la flauta y el bongó marca el ritmo, preciso y rápido a la vez, de sus movimientos.

Lo decía Patricio Lumumba,

Ministro del Congo:

Yo no quiero yanqui

En mi territorio

Porque tiene diamante,

zafiro y petróleo.

Y lo del Congo va,

Lo decía el pobrecito Lumumba

Y lo del Congo va.

Lo decía el pobrecito Lumumba

Y lo del Congo va.

Que Mobutu no vale ná,

Caballero.

Que Mobutu no vale ná…

Los negros se alejan contoneándose hacia el corazón de la noche. El albedo de la luna envuelve la escena en una bruma de irrealidad y, conforme sus siluetas se achican, las voces resuenan dulces y melancólicas:

Que Mobutu no vale ná,

Caballero.

Que Mobutu no vale ná…

Antes que la oscuridad los trague del todo, me saludan con reverencias y graciosos ademanes. Luego doblan la esquina.

La calle queda desierta entonces y es como si de verdad lo hubiera soñado.

Vuelve a sorprendernos la prensa cubana con la noticia de que Ciego de Avila «se ganó la sede» del acto por el 26 de Julio y que Santa Clara sigue como destacada por varios años. Pero no se publican las bases de la competencia ni el método de selección.

Manzanillo nunca ha sido la sede, ¿cómo podría serlo existiendo todos estos problemas?:

_ Crisis alimentaria en el 2010.

Los campesinos de las áreas rurales que antes le pertenecían, prefieren comercializar sus producciones agropecuarias en otras regiones, buscando mejores variantes en la rigidez del control estatal.

_ Falta de agua por períodos de hasta 11 días.

Hay partes geográficas de Cuba donde falta el agua, pero que reciben abasto por camiones pipas. En Manzanillo no. Y esto sabiendo que la región cuenta con una de las mejores cuencas hidrológicas de la nación. Una de las justificaciones es la mala calidad del nuevo acueducto. En otras ciudades el acueducto está peor, pero no se ve tal crueldad. En los reportajes del periodismo estatal se muestran las calles por donde corre el agua, para demostrarlo. No saben que en las colinas de Manzanillo no hay alcantarillado y que el agua usada necesariamente tiene que correr por las calles.

_ Alto desempleo.

El dedo maestro que da y que quita ha despojado a Manzanillo de su puerto, de su espigón para descarga de petróleo, de sus «chinchales» de zapatos. No había barrio en el pueblo sin varios talleres donde se hacía buen calzado, técnica cuya experiencia ha ido desapareciendo. La estación de almacenamiento de combustible se ha desmantelado casi completamente. El puerto que propiciaba una fuerza laboral importante fue cerrado, cercenando así la historia de la ciudad. Ahí murieron la Fraternidad del Puerto y los «tirapiedras» del Ché.

_ Minimización del deporte y la cultura.

No creo que haya en Cuba un conglomerado humano de 100 mil almas con menos entretenimiento. Nunca hubo una «sala polivalente», ni un instituto deportivo Manuel Fajardo, ni un estadio decente. Cerraron la escuela de artes plásticas contra la voluntad del 99.99% de la opinión pública, dejando la de Bayamo solamente, de más corta historia. Las giras artísticas importantes no llegan allí. Antes de la municipalización de la región del Manzanillo histórico había dos orquestas gigantes, tres típicas e innumerables conjuntos y órganos. Ahora eso parece ficción.

_ Industria turística inexistente.

Hay quien cree que no hay posibilidades para el turismo en el terruño. No saben que las condiciones para buceo en el golfo son las mejores en Cuba, según la revista National Geografic. Las montañas del Manzanillo histórico son patrimonio de la naturaleza por su origen tipo terraza. Y todo eso sin contar con su relevancia histórico-museológica: el teatro que fundó Carlos Manuel de Céspedes; los combates navales contra los americanos, venezolanos y franceses; las luchas obreras; los pioneros del Socialismo en Cuba; el órgano y Carlo Borbolla; El flautista Alberto Socarrás, los pianistas Anselmo Sacasas y Julio Gutiérrez; el campeón de billar Rafael de Oro.

Cuando en los mejores años del Socialismo soviético se construyeron en el país  plantas de manufactura, edificios para instituciones, arte y entretenimiento, obras para el transporte y muchas instalaciones con sobrado equipamiento agropecuario, a Manzanillo le tocó una fábrica para implementos de riego y otra para baterías de plomo y ácido. No sólo se llevó lo menos, sino también lo malo. Allá va el peor contaminante industrial por cielo, mar y tierra. Digo, por mar no porque la tubería de desechos nunca se terminó de construir y lo terminado dejaba mucho que desear.

Eran tiempos en que todavía el manzanillero esperaba que algún día le tocara una sede. Fidel inauguró una de aquellas plantas; por supuesto no la más importante, cara y peligrosa. Al acto de celebración trajo una noticia buena y otra mala. Creo recordar que dio primero la mala, Manzanillo desde el helicóptero parece una aldea. Esa proposición fue un cubo de agua para el archiconocido orgullo manzanillero.

La relación de Fidel con Manzanillo data de 1947, y es posiblemente su primera acción política exitosa: acompañado por Leonel Soto presentarse al Presidente de la Delegación de Veteranos, Manuel Berro Reyes y al Presidente de Asociación de Hijos y Nietos de Veteranos, Don Modesto Tirado Avilés para solicitarles que en su calidad de Vice Presidente de la FEU, le fuera prestada la campana de La Demajagua con el objetivo de llevarla a la Galería de los Mártires de la Universidad habanera. Sólo días antes tal pedido le había sido denegado al Presidente de la República Dr. Ramón Grau San Martín que había enviado a su Secretario de Gobernación Alejo Cassio del Pino con tal fin.

La noticia buena era que Manzanillo había sido el contrafuerte de la Sierra Maestra y la ciudad más importante para la Revolución en cierne y que habían estado tan cercanos que «si había mal tiempo en Manzanillo lo había en su campamento». Que para cambiar de posición su ejército, antes coordinaba con el M-26-7 de la ciudad para que el pueblo se tirara a la calle. Todo esto sigue la línea argumental conocida desde principios del triunfo de Enero del 59 en que la Caravana de la Libertad no llegó a Manzanillo sino sólo a los pueblos al borde de la carretera Central, el discurso en la azotea del hotel París a raíz del intento del alto clero y los propietarios de tierra contra la Reforma Agraria en Febrero del 59, la despedida de duelo de Manuel Fajardo Rivero: sí pero no.

El contraste de aquellos tiempos con estos es que ahora ni siquera se mencionan esos méritos. Sin embargo no creo que ninguna otra ciudad haya tenido mejor papel protagónico en Las Coloradas, Dos Palmas, El Marabuzal, La Finca de Epifanio Díaz, La entrevista de Herbert Mathews.

El desembarco del barco Granma fue previamente preparado por el movimiento 26-7 de Manzanillo. Se recolectaron armas y se hicieron prácticas de tiro. El lugar más indicado era cerca de Media Luna, pero a causa de problemas imprevistos fue a dar a Niquero.

El encuentro de Fidel y Raúl en Dos Palmas fue posible por coordinaciones de los revolucionarios en la ciudad y características de lucha únicas de la zona. Lo mismo puede decirse respecto a la reunión en la finca de Epifanio Díaz, a donde llegaron Frank País, Armando Hart, Celia Sánchez, Haydée Santamaría, Faustino Pérez y Vilma Espín.

No pudo haber sido Manzanillo un pueblito tranquilo y bucólico si iba a recibir armamento e insurgentes desde Santiago para reforzar a los alzados. Fueron trasladados cerca de 60 jóvenes en múltiples viajes por automóviles conducidos por Vilma Espín, Asela de los Santos, Luis Felipe Rosell y otros. Las armas llegaron a Manzanillo en un camión lleno de naranja, manejado por Juan José Otero, Bebo Hidalgo y Frank País. No me imagino un camión lleno de naranjas por Manzanillo hoy día sin despertar sospechas.

En su artículo del New York Times, Mathews destaca el contraste de la situación social en La Habana y Oriente, donde la vinculación del pueblo con la revolución era patente. Aunque trata de mantener secreto el lugar de su entrevista con Fidel, sí dice que Manzanillo era una ciudad floreciente en Cuba. Y algo de razón debió tener, habida cuenta de las deficiencias sociales de aquel sistema político. Pero el solo hecho de que un reportero del periódico más famoso del mundo llegue a una ciudad bajo vigilancia especial y pueda viajar y sostener un encuentro con el hombre más buscado, denota un cierto desarrollo en ese lugar, necesario para encubrir sus movimientos. Una vez se escaparon tres americanitos de la «embajada» y se pusieron a pasear por el parque, antes de ser llevados a la Sierra. Nadie lo notó.

Hubo un punto de inflexión en la importancia de la ciudad en la Revolución que parece estar por el año 1970. En la primera conferencia de Fidel para analizar la marcha de la zafra de los 10 millones, la ciudad que más menciona es Manzanillo. Luego viene un compás de silencio hasta la institucionalización con la fatídica Nueva División Político Administrativa. De aquellos tiempos recuerdo al dirigente partidista más popular y querido en Manzanillo: Morales. Es difícil imaginar que el asesinato del Secretario del Partido en una población aproximada de 100 mil habitantes no haya tenido divulgación, independientemente de las causas, que no fueron políticas sino personales. Después vino una retahíla de dirigentes conformistas e ineptos, si-señor-no-señor, interesados solamente en mantener su puesto y sus prebendas y beneficios, sin ningún sentido de pertenencia ni orgullo regional. Por otra parte, la alta dirigencia de la Revolución sólo quería insuflar vida artificial a la nueva división política y los manzanilleros que la integraban nada hicieron a favor del pueblo. Esto unido al hecho de que en otras ciudades sí surgieron individuos hábiles y regionalistas dieron el resultado que vemos hoy; Manzanillo aspirando a la categoría de Cacocum.

El estadio de pelota de Manzanillo, símbolo de un miserable sentido de pertenencia, fue construído a principios de la Revolución cuando era comisionado de deportes Guerra Matos, el artífice del Marabuzal y la entrevista de Mathews.

De unos ocho buenos hoteles que había en el casco histórico no queda ni uno, a excepción de una muestra de la horrible arquitectura soviética, el «hotel municipal» Guacanayabo.

La historia del transporte  es lastimosa. Antes a cada hora se enviaba un ómnibus GMC Camberra a Bayamo, que no contaba con ninguno. Cada hora y media salía un ómnibus para Santiago de Cuba, comenzando a las 3 de la mañana. Dos trenes diarios a La Habana, incluyendo uno rápido así como varios ómnibus. Por el puerto había mucho tráfico de mercancías y cabotaje. En el siglo XIX y principios del XX el comercio principal era con Jamaica y Nueva York.

Es cierto que hay muchas escuelas, como hay en cualquier ciudad, pero como dijo Fidel en su entrevista de 60 horas, pocas ciudades como Manzanillo tenían un instituto de segunda enseñanza. Los jóvenes de Bayamo y Holguín que querían estudiar, tenían que hacerlo en Manzanillo o Santiago. El instituto manzanillero poseía un magnífico museo de historia natural, campo deportivo y anfiteatro, hoy desaparecidos.

Pero de todo lo mas triste no es el estado deplorable de la ciudad del Golfo, sino el complejo de inferioridad que se ha enseñoreado entre sus habitantes, tan rebeldes y orgullosos antes.

El celador bayamés debe estar presente hasta en la más simple asamblea. Hay un estúpido «bosque martiano» ocultando la vista al golfo, que todo manzanillero disfrutó siempre. Los baños del cine Popular no están en mejores condiciones que el excusado de una granja. No existe un triste periódico en una ciudad de una historia editorial impresionante. Por cada obra importante que se construye en Bayamo, en Manzanillo hacen una cafetería, y la gente se alegra. Parece que los bayameses ya se decidieron a quitar al mejor historiador que ha tenido Manzanillo, porque es el que más lo ha querido, y pusieron a un compañero del Partido. No escamapa.

Un día llegué de visita al Parque Masó y noté que a la estatua de Bartolo le habían dañado la nariz, probablemente con una piedra. Entonces entendí amargamente que la pérdida de auto-estima puede llevar a cosas como esta.

El día siguiente voy a pescar frente al Mégano y me levanto temprano. Cuando abro la ventana la niebla envuelve a Manzanillo. Por un instante creo que estoy en París o en alguna ciudad triste y húmeda del Norte. El paso de un negro que va silbando La Internacional me devuelve a la realidad y me tranquiliza. El muchacho de las ORÍ aguarda a la entrada del hotel con las manos hundidas en los bolsillos. Hace un fresco ligero que estimula y acaba de despertarme. Durante unos minutos avanzamos sin prisa por las calles vacías. Un pescador camina hacia el puerto con un cestillo de mimbre y un jamo. Los cafés no han abierto aún y los empleados del municipio riegan y escobazan las arcadas del parque.
Debemos embarcar en el bar del INIT y, una vez allí, mi compañero me presenta a los restantes miembros de la expedición: el patrono de la lancha, sus dos hijos, un mulato corpulento de una cincuentena de años llamado Beto García, su hermano Agustín y dos soldados del servicio de vigilancia. En tanto que Agustín y los muchachos van y vienen con los avíos, Beto echa una última ojeada al motor. Las gaviotas revolotean y se ciernen inmóviles en el aire antes de caer sobre la presa en furiosa calada. Un alcatraz se eterniza en un pilote solitario. Los camaroneros siguen las manchas de pececillos. A cada envión, el tarrayador ahorra la red llena y, detrás de él, en la bancada de proa del bote, el remero cía en dirección a los pontones desiertos.
Cuando salimos el reloj marca las siete. El hijo mayor del patrono pone el motor en marcha y Beto marca el rumbo con el timón. Sentado en la tapa de la regala, Agustín ceba los anzuelos: es más delgado y joven que su hermano y tiene el rostro aindiado y ademanes felinos. Los soldados escuchan la radio tumbados en las literas. El patrono ha soltado el curricán por la popa y sostiene el cordel, vigilando la mordida.
A medida que el sol calienta, las nubes escampan y se diluyen. Unas millas después el cielo es intensamente azul. Los cayos perturban la regularidad del horizonte como engañosos espejismos. El viento ha amainado por completo y el aguaje de la quilla abre un surco de espuma en la cara quieta del agua.
De improviso, Miguel —el patrono— tira del curricán y hala a bordo un serrucho de buen tamaño que Agustín remata con el mazo. Beto se incorpora para verlo y, comola embarcación da una guiñada, el hijo mayor de Miguel le sustituye en el timón. La cayería salpica el paisaje de islotes de mangle y aproamos hacia un caico balizado con perchas. Doscientos metros antes, Beto para el motor. Estamos en el veril del bajo y el mar transparenta las rocas del fondo. Hay corales, tortugas, erizos, estrellas. Los hijos del patrono se arrojan al mar con sus equipos de pesca submarina y, como el sol calienta, me zambullo también y permanezco aboyado en la lumbre del agua.
Media hora después trepo por la escala con todo el sabor del mar en los labios. Beto me sirve una taza de café y me tiendo a descansar con la cabeza apoyada en un rollo de cuerda. Los soldados se comunican por radio con la Comandancia de Marina de Manzanillo. Cuando Miguel forcejea con algún ejemplar de peso, Agustín lo atraviesa con la fisga. Al rato, los dos chicos vuelven con varias langostas y tortugas. Los peces muerden continuamente el anzuelo y, al abandonar el placer,colorados, roncos, chernas y rubias se apilan en el suelo de la lancha.
El resto de la mañana fondeamos en otros caladeros y, como pienso en los pescadores miserables de Almería y me admiro de la riqueza del golfo, Beto me explica que las presas son tan grandes que, a menudo, no caben a bordo y las deben llevar arrizadas hasta Manzanillo.
__A veces, cuando cuadra calma, pescamos más de sesenta arrobas __dice.
__¿Qué artes emplean?
__Aquí cuabeamos, tarrayamos, salimos con el chinchorro, el palangre, la nasa, ¡qué sé yo!… En esto todavía hay mucha anarquía. El día en que los astilleros funcionen las cosas irán de otra manera. ¿Ha visto los Omicron?
__Sí.
__Eso es algo serio, chico… Con barcos nuevos sacamos aquí como para abastecer a toda la isla.
Tras una maniobra rápida __tomaba el sol con los ojos cerrados y no me he dado cuenta__ un guardacosta de Santa Cruz del Sur se detiene junto a nosotros. Sus tripulantes son tres muchachos jóvenes que __por efecto del uniforme quizá__ tienen un vago aire común de familia. El cabo ha lanzado un chicote a la lancha y Agustín amadrina las embarcaciones hasta dejarlas apareadas. En la cubierta del guardacostas un perro duerme en un jergón a la sombra del toldo. A su lado hay un rimero de libros y me acerco a echarle una ojeada: Obras escogidas de Martí, Los fundamentos del socialismo en Cuba, Así se templó el acero, un tratado de mecánica, varias libretas escolares manchadas de tinta.
__El bicho este no para de leer __dice el cabo apuntando al soldado más grueso—. Luego nos infla unos globos que ni él mismo los entiende.
__Tú hablas más que un cao __dice el soldado__. Mejor que te calles y así no dirás tonterías.
__No se fíen de andoba que no legisla bien __el cabo guiña un ojo__. Desde que estamos con él nos tiene locos. Esta mañana quería escribir una carta de amor a la Yaquelín Kennedy, ¿no es verdad, Arturo?
__Sí__ dice el otro soldado.
__El hombre tiene comején en la azotea. Se alfabetizó en octubre y ya quiere estudiar para cosmonauta.
Los soldados prosiguen con sus bromas durante un buen rato y el muchacho de las ORI ejercita su puntería sobre una bandada de flamencos. Agustín limpia los pescados antes de guardarlos en la nevera. El sol destiñe el azul del cielo y el agua permanece inalterablemente llana.
Los hijos de Miguel guisan y condimentan el arroz y, al cabo de una hora, nos sentamos en torno a un caldero de congrí y medregal frito.
__Acá se come por la libre __dice Beto después del reparto__. El que quiera repetir no tiene más que servirse.
__Conozco uno que cuando se faja a tragar se empuja él solo una paila de ajiaco__ el cabo guiña el ojo de nuevo—. Con aquello de que está enfermo…
__No arrugues, que no hay quien planche__ dice el soldado grueso con la boca llena.
__Este maldito es capaz de dejarnos a todos en ayunas. Vigílenlo porque es de los de Patria o Muerte.
__La tienen cogida conmigo__ explica el gordo__ todo el dia están así.
__Tú come y no los escuches__ aconseja Beto.
__Son ellos, yo no me meto con nadie.
__Cállate__ ríe el cabo__ que te tengo a tí más miedo en tierra que a una picuda en el mar.
Al terminar, el gordo se va a dormir su ahitera en el jergón y levamos ancla. La proa de la lancha corta el mar como la reja de un arado. La costa del golfo es cenagosa y baja, cubierta de mangle. El Mégano __como su nombre indicase asienta en un banco de arena, casi a flor de agua, en la desembocadura del Cauto. Cuando nos aproximamos a la ribera, un pescador lanza la tarraya entre las varas que balizan el emplazamiento de
los engodos. Antes de hundirse, el arte se abre como un pañuelo agitado para una despedida y, al halar de él, la red emerge poco a poco con los camarones enmallados.
Fondeamos a una cincuentena de metros del médano y los pescadores vienen a recogernos con piraguas y cayucos. Para avanzar, fincan la palanca en el fondo y toman impulso con los dos brazos. Otros nos esperan a la sombra de una cabaña encharcada y en ruina. El aspecto primitivo y salvaje del lugar es realmente insólito. Los bohíos son de cuje, guano y tronco de palma. Algunos tienen el varazón descobijado y parecen abandonados por sus habitantes. Las moscas bullen por millares sobre los boquerones machacados del engodo y, cuando los remeros orillan las piraguas en la arena, caen sobre nosotros igual que una nube.
Por sus ranchos pobres, el manglar tupido y el suelo cenagoso, el Mégano parece un poblado de África. Hasta el triunfo de la Revolución un centenar de pescadores vivía allí en condiciones miserables. Sin médico, sin luz, sin escuelas, los niños desmedraban, devorados por el jején y el mosquito. Para colmo de males, a cada crecida del río, el agua invadía las chozas y arrastraba consigo sus pobres enseres.
__Lo que me daba más desespero __dice Beto__ era que mis doce hijos crecieran ignorantes, sin saber leer ni escribir.
Ahora los pescadores disponen de viviendas modernas y confortables en la Ciudad Pesquera. La Revolución les ha restituido la dignidad de hombres y sus hijos frecuentan las clases. Las últimas familias que vivían en el Mégano se mudaron en otoño. A partir de entonces los hombres sólo van allí a pescar y, al cabo de la semana o la quincena, regresan a descansar a sus casas de Manzanillo.
__Todos los pescadores somos milicianos __dice Beto__. El que no defienda esto no tiene madre.
Mientras me guía por el poblado, Agustín me habla de los brigadistas de Patria o Muerte que vinieron a alfabetizar a sus compañeros.
__Era un sitio muy duro para ellos… Pero aguantaron.
__¿Se han ido?
__Anteanoche los despedimos con una fiesta. Hubo discurso, canto, baile, de todo.
__Los queríamos como hermanos __dice un viejo con una hermosa barba blanca__.Para enseñarme a mí gastaron mucha paciencia.
__Hacían la vida de todos nosotros. Al principio no se podían acostumbrar a los mosquitos, pero luego encendían un fuego al lado de la hamaca y dormían como en la ciudad.
__El rubito se puso perdido con el jején __dice el viejo__. Cuando se fue, tenía el cuerpo hecho una llaga.
Dos hombres tintan redes con algarroba de mangle y otro cobija el techo de su bohío con pencas de guano. En el interior de una choza diviso una paila llena de camarones secos. Más lejos, un muchacho remienda la tralla de su tarraya. Los pescadores apelmazan la masa del engodo en un machucador tras haber mezclado el boquerón con el fango. Las moscas forman una galaxia alrededor de nosotros, pero el sol baja ya y comienza a perder fuerza.
__Durante la tiranía los casquitos venían a quemarnos los bohíos porque decían que ayudábamos a los rebeldes. En aquellos tiempos afrijolaban a un hombre por menos que nada.
__Entraban en tu casa y lo destrozaban todo __refiere Beto__. Encima uno estaba felíz de que no lo sonaran.
__A mí un teniente me soltó una galleta y luego me dio un jalón y me botó por el suelo__dice un muchacho.
__Eran unos desmadrados… Mataban las gallinas por gusto.
__Un día unos marineros se ajumaron y le metieron veintiocho tiros a un puerco.
Agustín y Beto suben conmigo a la lancha y, hasta el anochecer, visitamos la desembocadura del Cauto y el poblado de Esteros. Durante kilómetros, el panorama se reduce a agua y árboles y __de trecho en trecho__ a algún bohío deshabitado,como en ruina. A nuestro paso centenares de aves de color blanco dejan las palizadas y troncos arrastrados por la corriente y vuelan sin prisa a emboscarse en las playas fangosas, tras el verde tupido de los manglares. Un flamenco rasa la superficie del agua batiendo pesadamente las alas. Al borde del río un rancho con un embarcadero de troncos agoniza asfixiado por la manigua.
En la primera revuelta nos cruzamos con una chalana de carboneros. Los hombres visten un simple calzón remangado sobre las rodillas y, al costearnos, saludan agitando sus palancas. Minutos después avistamos un llano entarquinado, orillado de espadañas y juncos. El sol reverbera cegadoramente sobre el fango. Cuando nos ven, las becainas corren por el suelo y se ocultan en un cayo de monte que crece aislado en medio de la sabana.
Beto da media vuelta y retornamos al golfo de Guacanayabo. Los cortadores de mangle han detenido la chalana junto a un pontón y la corriente del río forma hiladas de diferente color que se diluyen en la cara quieta del mar sin fundirse del todo. Encima de nosotros los rabiahorcados trazan majestuosos círculos al acecho de alguna presa. Los carboneros arranchan en albinas y cayos y, a lo largo del trayecto, divisamos varias piraguas.
Un bote de camarones cala los engodos para la pesca del día siguiente.
Esteros está edificado sobre la ciénaga y sus chozas se reflejan en el agua a contraluz igual que una calcomanía. Son bohíos lacustres __verdaderos palafitos__ de vara en tierra, con horcones de jata y techo de guano, miserables y rústicos.Para ir de una casa a otra, sus habitantes han ingeniado una red de improvisados puentecillos sostenidos por pilotes. Cuando desembarcamos el aire crepuscular parece estancado y __por afán de  novedad, creo yo__, el jején se encarniza conmigo.
Los pescadores nos rodean, descalzos, con sus ropas de trabajo y sus sombreros de paja. Nos dicen que los alfabetizadores de Patria o Muerte han regresado por la mañana a Manzanillo y un viejo me enseña sus cuadernos escolares. En el hogar común, el cocinero avienta el fuego con un balay y vigila el arroz del caldero.
__Ahora todos viven en la Ciudad Pesquera __dice Agustín__. Acá estaban aún peor que nosotros.
Oscurece y regresamos al Mégano. Beto debe discutir con sus compañeros los asuntos de la Cooperativa y, entre tanto, Agustín me conduce a un bohío de suelo terrero con una cesta de yarey que cuelga del techo lo mismo que un columpio. Antes de la Revolución servía de cuna para sus hijos. Actualmente la emplea para poner la carnada a buen recaudo e impedir que la devoren los ratones.
__Cuando vivíamos en el Mégano nos acostábamos con las gallinas __dice.
__¿Cuánto tiempo has parado aquí?
__Desde que nací. En Manzanillo nos tenían olvidados. Paquito Rosales quizo ayudarnos, pero los curas y los burgueses no lo dejaban hacer nada.
__¿No había cura en el Mégano?
__¿Acá? __. Agustín ha encendido un quinqué de aceite y por sus ojos atraviesa un relámpago de ironía__. Ahora en más de treinta años que vivo aquí y no he visto uno ni por equivocación.
__¿Dónde estaban?
__Con los niños ricos y tiesos de cogote… Una vez uno sermoneó a los pescadores y hubo un sal-para-fuera que hasta le tiraron de la falda de la sotana y tuvo que venir la policía.
Miguel y sus hijos nos esperaban en la lancha. Beto ha tenido un repique con un pescador de rostro anguloso y, sentado en tertulia con varios amigos, me expone las dificultades y problemas con que se enfrentan.
__Un día voy a darle una tángana al guabina este __dice__. Si él pica un pan, yo pico otro pan.
__No le haga caso. Ya sabe que siempre ha sido sabrosón.
__En la Cooperativa no quiero vagos. Acá estamos para trabajar. Conozco mas de cuarenta que producen mas que él y la Revolución no les ha regalado ninguna casa.
__Eso es verdad. Los que no producen están quitando el pan a los otros.
__Algunos compañeros conservan aún la mentalidad de antes y tenemos que fajarnos duro con ellos __explica Agustín__. Por ejemplo, muchos piden fiar sin necesidad… No comprenden que todo, la Cooperativa, los barcos, la Ciudad Pesquera, es nuestro. Que la Revolución lo hizo para nosotros.
__Al principio hubo varios que preferían salir con una barquita chiquitica y pasar privaciones con tal de pescar para ellos __dice un chico.
__Como ahora ganan en una semana para vivir el resto del mes, unos cuantos se creen que la Revolución les ha dado casa para estar de vacaciones la mitad del año __dice Beto__. Pues bien, aquí nadie vive a costillas de nadie. Los imperialistas tratan de ahogarnos y debemos producir más. Si todo el mundo hiciera como ellos nos moriríamos enseguida de hambre.
__El capitalismo les ha deformado el cerebro __tercia otro__. Ni ahora tan siquiera entienden lo que es la plusvalía.
__ Con los jovencitos ya es distinto… Ellos tienen la cabecita mas fresca y asimilan mejor. A todos los que pasamos de treinta años lo que deberían hacer es fusilarnos por viejos.
__Yo llamo viejo al que guarda complicidad con el pasado __rie Beto__. Este menda va para cuarenta y nueve y no quiere que lo fusilen.
Al concluir la comida, la conversa prosigue durante un buen rato y los pescadores hablan todavía de la Cooperativa, mientras los hijos de Miguel friegan los platos y los soldados se comunican por radio con la Marina de Manzanillo. Por fin, el cansancio es más fuerte que las palabras y Agustín y Beto van a acostarse a tierra con los demás pescadores. En la lancha quedan Miguel, sus dos hijos, los soldados y el muchacho de las ORÍ. La luna se curva entre las nubes, fina como una hoz. Tumbado sobre la manta la observo largamente antes de dormir. Desde hace poco sopla un ventolín fresco y el balanceo del mar acuna como una nana.